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Amando de Miguel

El latín nutricio

Ángel Guerrero Eguíluz nos aclara el origen de la denominación de las notas musicales. Se debe a Guido de Arezzo (995-1050). Se inspiró en las sílabas iniciales de unos versos dedicados a San Juan Bautista.

Joaquín Ramírez tiene la duda de si la expresión latina es cui prodest? o quid prodest? Es claro que lo correcto es cui prodest? (= ¿a quién beneficia?). Los jueces harían bien en hacerse esa pregunta con más frecuencia. Por ejemplo, ¿a quién beneficia el terrorismo? A los terroristas, sus colaboradores y afines, incluyendo los nacionalistas que se dicen moderados. ¿A quién benefició políticamente la matanza del 11 de marzo de 2004? Claramente al PSOE y a los terroristas vascos.

Vuelvo a los nombres latinos (un poco macarrónicos) de las catedrales góticas. Todo empezó a propósito de la dives toletana. Leovigildo Martínez Anaya (Almería) sostiene que el versito auténtico es “Pulchra Leonina, nobilis burguensis, dives toletana, magna hispalensis”. Así será a falta de mejor prueba. En este corralillo de las palabras soy más notario que juez.

Don Leovigildo sostiene que en la expresión “la mayoría de los españoles opina”, el sujeto es “la mayoría” y por tanto el verbo debe ir en singular. La razón que da nuestro corresponsal es que, si la frase se intenta poner en latín, “los españoles” exige el genitivo, no el nominativo y por tanto no puede ser el sujeto. El razonamiento está bien traído, pero no me convence. Mi oído me dice que es mejor decir “la mayoría de los españoles opinan” con el verbo en plural. La Real Academia nos da las dos opciones. A menudo he vacilado entre ambas, pero me inclino definitivamente por el verbo en plural. Entiendo que el sujeto es “la mayoría de los españoles”, es decir “muchos”, por lo que se exige el verbo en plural.

El fundamento del latín lo lleva don Leovigildo a la cuestión del laísmo, loísmo y leísmo. La norma práctica sería: “Si el complemento hay que ponerlo en dativo, en español hay que decir le; si en latín exige el acusativo, la o lo”. Está bien, pero hay que saber latín. Muchos andamos peces, incluso los del Bachillerato antiguo. Habrá que esmerarse.

Ángel Guerrero Eguíluz nos aclara el origen de la denominación de las notas musicales. Se debe a Guido de Arezzo (995-1050). Se inspiró en las sílabas iniciales de unos versos dedicados a San Juan Bautista:

Ut queant laxis
Re sonare fibris
Mira gestorum
Famuli torum
Solve polluti
Labii reatum
Sancte Iohannes

Traduce don Ángel: “Para que tus ciervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de tus milagros, perdona la falta de labios impuros, San Juan”. Añade: “En un principio la nota DO se llamó UT. Hoy en día solo se utiliza en el idioma alemán y para el canto gregoriano. La nota SI se forma con las iniciales de Sancte Iohannes”. En este rinconcillo de las palabras todos los días se aprende una cosa nueva.

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