Lo del Estado de las autonomías no tiene nombre. "El Estado compuesto" lo ha llamado recientemente el presidente de Cataluña. Ignoro cuál es el simple. "Estado de las autonomías" es un perfecto oxímoron, pues las nacionalidades y regiones son, por definición, heterónomas. Lo malo no es que pretendan ser autónomas sino independientes, o mejor dicho, amenazan con la independencia para que reciban ayudas del Estado llamado central.
José Olivares recuerda que, al tiempo de redactar la Constitución, fue Blas Piñar quien predijo el actual lío autonómico, pero nadie le hizo caso. El Estado de las autonomías "se elevó a dogma y era intocable". Don José me reconviene con razón: "No le extrañe que los territorios ricos sean los secesionistas. Ellos ya se han aprovechado y piensan que la solidaridad territorial les perjudica". Es para pensarlo. Don José me envía un artículo de Jorge de Esteban, pero su contenido ya lo adelanté en este rincón.
José Antonio Martínez Pons comenta una constante de los nacionalismos: lo que se llama irrendentismo, es decir, la expansión a otros territorios. Es el caso de Cataluña con las zonas donde se habla catalán, el del País Vasco con Navarra, Logroño y Cantabria, o el de Galicia con el Bierzo. Por lo menos es un irrendentismo de "pintarrajear calles y señales de tráfico". Añado que así empezó Hitler con Austria y luego los enclaves de habla alemana del Este de Europa.
Miguel Celdrán, desde Suiza, reconoce que la idea primigenia del Estado de las autonomías era buena: acercar la Administración al ciudadano. Pero ese objetivo se vino abajo por "la gestión desastrosa y corrupta de los políticos y la dejadez del pueblo a la hora de exigir responsabilidades a los mismos". La verdad es que no se recuerda ningún caso de exigencia de responsabilidades a los políticos por su desastrosa gestión. Don Miguel pone como ejemplo de una sana descentralización la de Suiza, incluso con el ejercicio de la democracia directa. No sé, intuyo que la estructura española no da pie para la democracia directa.
José María Navia-Osorio comenta una tertulia que tuvimos en el programa de Herrera en la Onda. Ante mis críticas al PP vasco, otro de los tertulianos se indignó y recalcó que conocía a los militantes del PP vasco y que eran todos honradísimos. Don José María opina que no se puede conocer a todos los militantes de un partido. Es más, razona que si en los doce apóstoles hubo uno que resultó corrupto, no será de extrañar que esa proporción del 8% quede ampliamente superada en algunas autonomías y partidos. Añade que el problema no está en los directivos de las Cajas de Ahorros sino en el despilfarro de los créditos que concedían por presión de los políticos.
Con notable sentido autocrítico don José María reconoce que los médicos son habitualmente corrompidos con las dádivas de los laboratorios, en especial la asistencia a congresos. En algunos casos son vacaciones disfrazadas de congresos. Añado que se trata de una corruptela menor. Lo que resulta verdaderamente lacerante es que la mayor parte de los casos graves de corrupción se localicen en la Administración autonómica o local.