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Amando de Miguel

El oculto significado del lenguaje

En el siglo XIX el traslado de los presos por ferrocarril se hacía poniéndoles una cadena con una bola en los pies para evitar fugas. Los números de la Benemérita comentaban que, cuando les tocaba trasladar a un preso, les “metían un embolado”.

Aquí hablamos de palabras y de frases, pero eso no es todo. Luis Cáceres me recuerda que hay también un lenguaje de los gestos y los ritos que acompaña a las palabras. Cita, por ejemplo, el rito de darse la mano o despedirse con la palma de la mano abierta, la norma de correr pero siempre que se lleve ropa deportiva. En efecto, así es. Añado que, cuando hablamos por teléfono, seguimos haciendo gestos, sonreímos, movemos la mano libre, etc., aunque el interlocutor no nos vea.

Manix (tan curioso él) me señala el origen de lo de la "línea roja", ahora tan de moda. Se refiere a las guerras coloniales de los británicos. Los soldados llevaban una casaca roja y la táctica de las batallas consistía en disponer una línea de tiradores delante de todas las demás. Esas otras estaban para recargar las armas y relevar a la primera línea. La orden era que el enemigo no debía traspasar esa primera línea, "línea roja", por el color de las casacas. Otra historia interesante que me cuenta el gran Manix. En el siglo XIX el traslado de los presos por ferrocarril se hacía poniéndoles una cadena con una bola en los pies. De esa forma se evitaban fugas. Los números de la Benemérita comentaban que, cuando les tocaba trasladar a un preso, les "metían un embolado".

Graziella Sáenz de Heredia (novelista de pro) comenta la sentencia del juez Juan del Olmo en la que se afirma que llamar "zorra" a una mujer no es delito ni falta porque zorra quiere decir una persona astuta y sagaz. Como consecuencia de ese dislate una ciudadana remite al juez una atenta carta en la que se razona así: Hay un sujeto en la vecindad  bastante grosero. La señora  se ha soltado la lengua y le ha espetado: "Que te den, cabrito". El hombre se ha revuelto con violencia, pero no tiene razón. "Cabrito" no es más que trepador de riscos. Es más, si el hombre se "revuelve como una hiena", tampoco esa descripción resulta ofensiva, pues lo típico de la hiena es la sonrisa fácil. La señora le dice que es un "asno", un ser muy paciente y trabajador. La señora le dice al juez que tiene una apariencia porcina, en el sentido de que todo en él es aprovechable. Doña Graziella no me dice cuál ha sido la contestación del juez a esa carta tan cortés.

José Miguel Romero saca punta al desmán que supone el mal empleo de los fondos públicos. Tenía puesta la esperanza en el nuevo Gobierno, pero, como dicen por su tierra manchega, "no me gusta cómo caza la perra". Don José Miguel recuerda la falta de reintegro en los numerosos casos de corrupción política o los "contratos blindados" de algunos políticos. Propone que las pensiones de los políticos no superen el máximo establecido por las leyes. Es decir, don José Miguel aspira a que las cosas se llamen por su nombre.

El mismo impulso lleva a Jesús Lainz al comentar el dispendio de la Comunidad de Cantabria en las energías caras. Descubre que, para evitar la crítica, se llaman oficialmente "ecológicas, renovables o punteras". Don Jesús denuncia el abuso del lenguaje que suponen esos adjetivos. Su conclusión es que las tales energías subvencionadas son una artimaña de los antiguos especuladores inmobiliarios que ahora se han apuntado al negocio de los molinillos.

Pedro M. Arauz Cimarra y Juan J. Carballal tratan de explicar el palabro que yo había deslizado como chanza: oligoastenoteratozoospermia. Quiere decir espermatozoides escasos, vagos y contrahechos. Don Juan J. atribuye esa plaga actual a los pollos de Evo Morales.

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