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Amando de Miguel

El poder del epíteto

El epíteto es un adjetivo que pretende dar un carácter fijo, indiscutible, al sustantivo. En los funerales por alguna matanza terrorista el público no expresa su rabia de cualquier modo, tiene que ser una “rabia contenida”. Las agendas de los que mandan por fuerza tienen que ser “apretadas”. Cuando se abusa de algunos epítetos, se facilita la pereza de los hablantes y en definitiva el idioma se empobrece. Ahí tenemos lo de “capitalismo salvaje”. Más salvaje ha sido en la Historia el socialismo ejercido por dictadores y tiranos de toda laya, pero, por lo visto, solo el capitalismo es susceptible de hacer salvajadas.

La fórmula del epíteto se maneja para servir a los intereses de quien lo emplea. Así, don Jordi Pujol ha intentado acuñar un epíteto al describir la Operación Triunfo como un “españolismo rancio”. Si la fórmula tiene éxito, así quedará. El propósito es claro: disimular el carácter rancio que pueda tener el catalanismo. Lo curioso es que la Operación Triunfo se gestó y gestionó desde Barcelona, acaso por personas más bien cercanas al catalanismo. Lo rancio puede ser simplemente añejo o tradicional si a uno le gusta. Ningún epíteto es definitivo, por fortuna. Aun así, los epítetos seguirán utilizándose como armas arrojadizas (otro epíteto).

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