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Amando de Miguel

El vacilante tiempo meteorológico

La noción de 'buen tiempo' se establece actualmente desde el punto de vista de los urbanícolas, que constituyen la gran mayoría de la población.

El tiempo meteorológico se refiere a la medición y predicción de los elementos cambiantes de la atmósfera. Se puede realizar para todo el planeta o específicamente para una parte del mapa. Su conocimiento resulta imprescindible para los transportes y todo tipo de actividades de ocio o de negocio. Abundan los términos derivados de este tipo de tiempo: tempestad, temporal, intempestivo, temperatura, tempero.

Puesto que nos encontramos ante procesos cíclicos o caóticos, el momento del año nos ayuda a predecir el tiempo meteorológico. Esa era la lógica del antiguo calendario zaragozano. El estado de la atmósfera, en un día concreto, venía a ser el promedio de las mediciones de años pasados para esa misma fecha. Hay miles de refranes sobre el particular. Por ejemplo, "en abril, aguas mil" o "después de la gran secá, la gran remojá". Formaban parte de la sabiduría campesina tradicional. La noción de buen tiempo se establece actualmente desde el punto de vista de los urbanícolas, que constituyen la gran mayoría de la población. Pesan, sobre todo, sus propósitos de disfrutar al aire libre de los días festivos, los fines de semana o las vacaciones. Para los campesinos de antaño, el buen tiempo se correspondía con el que precisan los cultivos en cada periodo del año. Lo proclama el refranero: "Cuando no hace su tiempo, hace mal tiempo". En la España interior, "estando claro por Portugal, coge los bueyes y vete a arar".

Hoy se ha impuesto la necesidad de anticipar el futuro inmediato, sea el del tiempo meteorológico, el que predican las encuestas electorales o las predicciones de los analistas de bolsa. Lo curioso es que los profesionales que realizan tales pronósticos, a través de los medios de comunicación, nunca piden excusas cuando se equivocan en algún vaticinio. Por cierto, ante la general necesidad de los partes meteorológicos, llama la atención que tal actividad se base en las mediciones de una única fuente: la Agencia Estatal de Meteorología. Es un recuerdo de cuando tales servicios eran de interés estratégico para las operaciones militares. ¿No sería conveniente de que se diera, aquí, una privatización de tales funciones, con la correspondiente multiplicidad de empresas privadas? Subsisten monopolios asaz prepósteros.

En las predicciones de las encuestas electorales (lo que podría ser el tiempo político) se suele partir de la noción de la profecía autocumplida. Es decir, si se avanza un resultado futuro, ese dato ayudará a que se realice. Es una presunción harto ingenua. La experiencia nos dice que, asimismo, funciona la profecía autoderrotante: basta enunciar un pronóstico para que se vea contrariado por los hechos futuros. La confluencia de las dos hipótesis dichas hace que el mercado de las encuestas electorales cada vez más se parezca a un juego de azar, incluyendo las apuestas.

La anticipación del tiempo meteorológico se ve oscurecida últimamente por el fenómeno del calentamiento del planeta. Es de suponer, en la Tierra, están subiendo las temperaturas medias de manera lenta pero continua. Es muy discutible que un efecto tan general se deba, fundamentalmente, a la contaminación de la atmósfera, creada por la industria, el transporte y las concentraciones urbanas. Un resultado de alcance planetario, como es el del calentamiento global, ante todo, debe ser producto de factores cósmicos, esto es, naturales. Sabemos, por ejemplo, que ha habido otras épocas de lento calentamiento de la atmósfera, como la Alta Edad Media, al menos en Europa, donde se tienen más evidencias. En el siglo XVII Europa experimentó una pequeña glaciación. A partir de entonces, la Tierra ha entrado en una nueva fase de calentamiento. La cual provocará una ampliación de los desiertos, pero también habrá nuevas zonas vivibles en Siberia, Canadá septentrional y el extremo sur del continente americano.

La tesis del calentamiento global debido a la actividad humana ha dado lugar a fenómenos políticos de gran alcance. Por ejemplo, el enorme peso de los grupos de influencia de carácter ecologista, la gigantesca corriente de subvenciones públicas hacia las empresas energéticas o las automovilísticas. Todo se hace en defensa de un nuevo valor económico y político, casi, un talismán: la sostenibilidad.

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