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Amando de Miguel

En el restaurante

El punto más alto de la escala social es cuando, al término de la comida, el que invita se levanta con naturalidad sin pedir la factura. Todos se disponen a irse. Allí nadie paga nada, pero los camareros son atentísimos.

El lenguaje no escrito es oral (palabras) y gestual (gestos). A su vez, lo que se dice y se hace está determinado por la posición social del sujeto y la situación.

Ejemplo: acto de pagar después de comer en un restaurante en el caso de que una persona invite a otra o a otras. Es una acción muy común que exige un lenguaje apropiado. La norma es: el que invita, paga. Pero lo cortés es que no se note mucho. Para eso está el lenguaje oral y gestual. Vemos cuatro supuestos, ordenados de menor a mayor importancia social.
A) Si el restaurante es de medio pelo, el que va a pagar la comida puede elegir estas fórmulas:

(Para pedir la factura)

  • ¿Cuánto es?
  • ¿Qué se debe?

(Sin mirar la factura adelanta un billete grande. No se recoge la factura). Dice:

  • Se cobre
  • Cóbrese

Nota: Se puede hacer un comentario sobre lo bien que se come y lo barato que es el condumio.

B) Si el restaurante es de tipo medio:

(Para pedir la factura)

  • La nota, por favor

(Para pagar: deja su tarjeta de crédito en el platillo de la factura después de haberla repasado someramente. Se recoge la factura para desgravarla).

Nota: Se puede comentar lo bien que se ha comido, pero no el precio.

C) Si el restaurante es de postín, la comida del condumio es "almuerzo" y los comensales tienen mesa reservada.

(Para pedir la factura)

  • Se hace un gesto como de firmar y el camarero trae la factura cuidadosamente doblada u oculta (como si se tratara de un acto delictivo).

(Para pagar: se deja su tarjeta de crédito sin ni siquiera ver lo que pone la factura. Se recoge la factura para desgravarla).

Nota: Lo fundamental es que toda esa operación se realiza sin palabras y sin que se interrumpa la conversación de los comensales.

D) El punto más alto de la escala social es cuando, al término de la comida, el que invita se levanta con naturalidad sin pedir la factura. Todos se disponen a irse. Allí nadie paga nada, pero los camareros son atentísimos como si hubieran recibido generosas propinas. Nadie comenta nada respecto a la calidad de la comida. Nadie se extraña de que no haya aparecido ninguna factura. El dueño del restaurante suele despedir a los comensales con agradecidas sonrisas.

En Sociedad

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