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Amando de Miguel

Errores e insultos

Claro que hasta el insulto tiene algún límite. El último regüeldo de Pedro Campos es este: "Tengo la sospecha de que recibe usted dinero por hacer propaganda de ciertas empresas en sus escritos". Si así fuera, habría terminado de pagar mi hipoteca.

No todo error es un insulto, pero la mayor parte de los insultos son errores. Los errores en el lenguaje son también manías, modas, caprichos. Por ejemplo, Pedro Lorenzo me señala esa manía actual de llamar "primer edil" al alcalde. Entiendo que es una forma rebuscada de designar al burgomaestre. "Alcalde" quiere decir en árabe algo así como "juez". La equivalencia ya no se sostiene, pero la palabra es bonita. Los ediles equivalen a los concejales. Son palabras latinas. Yo prefiero lo de burgomaestre, que me suena más democrático. Mezcla una voz germánica con otra latina. Por ejemplo, en Madrid José María Álvarez del Manzano era un burgomaestre y Gallardón parece más un primer edil o un alcalde.

José Antonio Martínez Pons me vio en una tertulia de la tele cuando yo defendía, frente al Encina de turno, que el Estado del bienestar fue un invento más de Franco que de los socialistas. Don José Antonio recuerda que él recibió sanidad y enseñanza gratis en el franquismo y que a los viejos de su localidad les pagaban "la vejez". Lo decían así, aunque hablaran en mallorquín. Es un buen testimonio.

José María Navia-Osorio se pregunta por qué algunos libertarios se molestan en insultarme, cuando lo lógico, si me odian, es que no me leyeran o no me escribieran. Yo mismo me hago esa pregunta y no sé contestarla.

Luis Cáceres Ruiz arguye que los que insultan simplemente manifiestan su vileza. Me insultan por liberal los progres y les molesta que me refiera aquí a mis libros. Tampoco me explico por qué es tan rechazable ser liberal o hablar de los libros propios o de los libros de los amigos. Les remito a la tertulia de los catedráticos que dirige Dieter Brandau en la televisión de esta santa casa. Allí nos embelesamos con los libros nuestros y los de nuestros amigos o maestros. ¿Habrá cosa más tierna?

Joaquín Fanjul se maravilla de que alguien me llame "degenerado senil", pero yo lo tomo como un diagnóstico médico. En efecto, las células se van degenerando con el tiempo. Pero ese mismo paso del tiempo nos proporciona experiencia y sabiduría. Por tanto, no es un "insulto gravísimo", como piensa don Joaquín.

José María Navia-Osorio alude a la estupidez de alterar el contenido del monumental diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia. Todo porque al franquismo se etiqueta como autoritario y no como totalitario. La distinción ha quedado ampliamente documentada en los escritos de mi maestro, Juan J. Linz, y en los que yo mismo he publicado después. Calificar al franquismo de totalitario es simplemente ignorancia, estulticia o resentimiento. Puede que, como dice don José María, en los primeros lustros de ese régimen cupiera la calificación de totalitario. Pero yo creo que no pasó de una retórica totalitaria, por imitación del fascismo. Pero realmente hubo un cierto pluralismo consentido, aunque solo fuera por el peso de la Iglesia, de los monárquicos y de los grupos de interés económico. Me parece lamentable que un autor tenga que cambiar un texto porque así lo dictamine la progresía dominante. Si cede, eso es precisamente totalitarismo, al estilo de la crítica de Orwell.

Claro que hasta el insulto tiene algún límite. El último regüeldo de Pedro Campos es este: "Tengo la sospecha de que recibe usted dinero por hacer propaganda de ciertas empresas en sus escritos". Si así fuera, habría terminado de pagar mi hipoteca.

Un error minúsculo. Fermín Sánchez de Medina me señala que las palabras latinas, cuando las escribimos en castellano, no llevan tildes. Pues no, señor. Vea usted cualquier diccionario solvente y podrá comprobar que sí llevan tildes. Por tanto, hay que escribir "sub iúdice", o, si usted quiere, "sub júdice"; es lo elegante. La lengua latina lo permite porque es nuestra madre.

Que nadie lo tome como propaganda vil. El sábado 11 de junio firmo libros en la caseta de UDL, la empresa distribuidora de las publicaciones de INFOVA, de 12 a 2. Aunque no compren los libros, será un placer vernos.

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