La simple mención de un porcentaje en los medios informativos adquiere una cualidad mágica. Puede ser solo una estupidez. Es el caso de los porcentajes mínimos de sucesos extravagantes. No se cae en la cuenta de su ínfima significación. Cualquier método de cómputo en los sucesos humanos acarrea un inevitable error. Si el porcentaje es muy bajo, no sabemos cuánto se debe a la realidad o al error. Si yo digo, por ejemplo, que el 3% de los españoles desayuna arenques, esa afirmación es como no decir nada. Puede que sean solo los turistas nórdicos más el error de medición.
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