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Amando de Miguel

Exabruptos y desahogos

Me permito llamar “feisbuqueros” a mis amigos del Facebook, que por eso pasa a ser un sustantivo españolizado, el “féisbuc”. Estas licencias me ayudan a desahogarme. Con ellas no hago mal a nadie.

A propósito de la locución "poner negro sobre blanco", A. Rodríguez me pone de vuelta y media: "Parece mentira que una persona culta no domine al menos cinco idiomas". Eso me recuerda el famoso comentario de Ortega y Gasset sobre Madariaga: "Es un tonto en cinco idiomas". Claro que es mejor dominar varios idiomas, cuantos más, mejor. Pero no todas las personas eminentes o cultas son políglotas. Santiago Ramón y Cajal, nuestro único premio Nobel, no sabía más que español. Por otro lado, en mi escrito anterior, yo decía que lo de "poner negro sobre blanco" se enunciaba de esa forma en varios idiomas. Aun así, me sigue pareciendo una expresión estúpida, sobre todo si se repite sin ton ni son. En el mundo en que estamos ni todo el papel es blanco, ni siempre se escribe en negro, ni todo lo que se escribe resulta admirable.

Joaquín Fanjul sostiene que "la mayoría de los tertulianos no saben de lo que hablan", ignorancia que es todavía más clara en el gremio de los políticos. Hombre, no sería yo tan radical. Hay que tener mucho cuidado con las frases que empiezan con "la mayoría de". Hay políticos y tertulianos que son muy cultos, saben de lo que hablan, frente a otros que son verdaderos analfabetos. Es más, creo que los cultos o cultivados son la mayoría. Por eso destacan tanto los que no saben de lo que hablan. No voy a citar nombres, pero casi todo el mundo está al cabo de la calle de lo que digo. Mi experiencia me dice que, en las tertulias, quienes manifiestan una mayor avidez por hablar o por quitar la palabra a otros suelen ser los más incultos. Aun así, hay notables excepciones, que me merecen admiración y estímulo. Pero no por mucho hablar amanece más temprano. Así que dejemos la fiesta en paz.

Aprovecho este pequeño espacio para lamentarme, una vez más, de las atrocidades en el habla de los políticos, tertulianos y otros comunicadores. No es que me fije en las faltas de ortografía o sintaxis. Me irrita la reiteración de muletillas con poco sentido. Por ejemplo, el "estamos hablando", "poner sobre la mesa", "de cara a", "yo soy de los que pienso", "como no puede ser de otra manera", "no tiene nada que ver". Mi interpretación es terminante. Cuando "estamos hablando" de tantas cosas es que no hablamos de ninguna. No sé de una proposición seria que haya que ponerla debajo de la mesa. El "de cara a" suele ser prescindible. Soy de los que piensan que el "yo soy de los que pienso" es que no piensan mucho. Las cosas casi siempre pueden ser de otra manera. Dudo de que haya algo que no tenga que ver con otra cosa, aunque sea la velocidad con el tocino.

Como saben los libertarios, generalmente soy condescendiente con los neologismos técnicos, sobre todo cuando se refieren a realidades nuevas para la que no tenemos palabra. En su día me molestó que la palabra "nacional" fuera sustituida por "estatal". No ha habido nada que hacer. Pero es que ahora, en lugar de "deuda nacional" nos dicen "deuda soberana". Si la referimos a Grecia, la expresión resulta sarcástica. Está visto que los economistas son los nuevos nigromantes de nuestro futuro. Comprendo que los neologismos hagan subir el precio de los bienes, lo que beneficia a los vendedores. Por ejemplo, en su día el hotel fue algo más que la posada, pero ahora el "resort" o el "spa" permiten elevar los precios de los hoteles. ¿Acabaremos diciendo resortes y espás? Todo se andará. Por lo mismo, me permito llamar "feisbuqueros" a mis amigos del Facebook, que por eso pasa a ser un sustantivo españolizado, el "féisbuc". Estas licencias me ayudan a desahogarme. Con ellas no hago mal a nadie.

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