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Amando de Miguel

Frases hechas y por hacer

 Aludía yo en uno de estos sueltos al proverbial orgullo de don Rodrigo en la horca. Antonio López (Las Palmas de Gran Canaria) inquiere si “murió realmente don Rodrigo de esa manera”. El tal “don Rodrigo” del dicho fue realmente don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, que fue secretario (ministro o valido) de Felipe III. Al subir al trono Felipe IV, don Rodrigo fue perseguido con saña por el conde-duque de Olivares. Después de un inicuo proceso, don Rodrigo fue decapitado en 1621. Subió al cadalso con la mayor dignidad, gallardía e incluso altivez, para admiración de los madrileños que asistían al espectáculo. No podía ser ahorcado, pues era noble. Lo que pasa es que el dicho de aparentar dignidad en la horca era una frase hecha que ya se utilizaba en castellano antes del episodio del marqués de Siete Iglesias. Hay varias versiones, pero alguna de ellas se aplica a un tal “don Rodrigo”, cuya identidad se desconoce. Puede que sea un nombre genérico. Seguramente, los madrileños de 1621 aplicaron un viejo dicho al decapitado de entonces, manteniendo lo de la horca. Era una estupenda alegoría y, si era horca o cadalso, importaba menos. La frase es estupenda.
 
Miguel Santiago (Leganés, Madrid) siente curiosidad por el origen de la expresión “rueda de prensa”. No tiene ningún misterio. Era costumbre en los Estados Unidos que, cuando un político tenía que hacer alguna declaración, los periodistas organizaba una especie de “rueda” giratoria alrededor de él. De esa forma cada uno le planteaba su pregunta y, mientras escribía la respuesta, el siguiente seguía con otra pregunta. Así iban rotando todos. Naturalmente, era la época previa a los aparatos registradores de la voz. El método indicado permitía la norma de que ningún periódico se llevara la exclusiva de la declaración del político. Hoy se habla más bien de “conferencia de prensa”. Los periodistas se sientan delante de la persona que tiene que decir algo y las sucesivas preguntas se graban. Pero la expresión antigua sigue teniendo su gracia.
 
José Luis Belmonte Puig se pregunta por la idoneidad de las fórmulas “a la que” y “lo que es”. Por ejemplo, sintetiza él, “a la que vas a la fuente, lléname lo que es el botijo”. Puede que tengan atractivo popular, pero me parecen un tanto vulgares. El “lo que es” no suena mal si se refiere a la descripción popular de algún detalle del mapa. Por ejemplo, “el comercio especializado se sitúa en lo que es la zona del casco antiguo”. Pero, fuera de ese caso, la locución “lo que es” resulta empalagosa. Aunque se pueda decir “estar a la que salta” (atento, al acecho, vigilante), la forma “a la que” resulta muy vulgar. Equivale a “ya que”. También se oye “a lo que “ en el sentido de “en el momento en que” o algo parecido. Es otro vulgarismo. Lo del habla de Arniches tiene su gracia, pero hay que ser de Madriz. Por cierto, Arniches era de Alicante. Los críticos feroces sostienen que fue Arniches quien inventó el lenguaje madrileño de corralas y verbenas.
 
Elena Rovira se maravilla de las versiones más o menos pudibundas que existen para indicar que uno va a mear o a cagar. Nos han enseñado que esas acciones deben disimularse; ni siquiera hay que hablar de ellas. En su lugar, decimos ir al servicio, al lavabo, al baño, al váter o wáter, al retrete, al inodoro, al excusado. Las dos últimas ya no se utilizan. Las otras son poco expresivas, pues hay distintos servicios, y en los que sirven para orinar o defecar lo fundamental no es lavarse y mucho menos bañarse. Un eufemismo divertido es “ir a un sitio”. La cosa es no mencionar lo que perentoriamente se va a hacer en ese recóndito lugar. También podría llamarse “el cuartito del espejo”. Doña Elena me pregunta también por la expresión “que aproveche”. En otras lenguas dicen “buen apetito”, lo que parece más fino. Sobre el sentido del “que aproveche” me remito a mi libro Gustos y sabores que acaba de salir en Alianza Editorial.
 
Rafael Fontán, atento al lenguaje de la tele, oye decir a una joven periodista en un programa de Tele 5 lo de “tirar los trastos”. Naturalmente, quería decir “tirar los tejos”, que no es lo mismo. Es tanto como insinuarse, muchas veces con algún propósito erótico, aunque solo sea para festejar. Ignoro de dónde viene esa expresión tan común. Puede que tenga algo que ver con algunos juegos infantiles en los que se emplea un tejo, un trazo de teja, para dibujar en el suelo. Espero que algún lector curioso me aclare eso de los tejos y por qué se insinúa uno con ellos.
 

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