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Amando de Miguel

Frases misteriosas

Hemos conocido el testamento de Juan Pablo II, un documento excepcional. Al llegar al año liminar de 2000, el Papa escribió esta que parecía una misteriosa confesión: “Ahora, en el año en que la edad de mi vida alcanza los 80 años (octogesima adveniens), es necesario preguntarse si no es tiempo de repetir con el bíblico Simeón: Nunc dimittis”. Demasiados latinicos ─que diría Sancho Panza─ sin desvelar. Lo de octogesima adveniens es fácil: llegan de improviso los 80 años, una edad en la que asciende peligrosamente la probabilidad de morir. Más misterioso es el nunc dimittis. Algunos periodistas tradujeron: “ahora dimitiré”. No es así. El Papa daba por supuesto que se iba a entender el comienzo de una frase célebre: “Nunc dimittis, servoum tuum. Domine, secundum verbum tuum in pace (Luc. 2, 29). Es decir, “Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu promesa”. Son las palabras de aceptación del final de la vida tras haber cumplido la misión encomendada. Realmente las pronuncia un tal Simeón, quien se encuentra en el templo de Jerusalén con María y José que van a presentar a su hijo Jesús, según el rito de la purificación. Simeón había tenido la revelación de que no moriría antes de ver al Mesías. Así pues, cae en la cuenta de quién es el niño Jesús. “Lo tomó en su brazos y, bendiciendo a Dios, dijo” la famosa oración del nunc dimittis. Es un ofrecimiento alegre de la vida. Se trata de una historia muy paulina. No en vano San Lucas ─el único evangelista que la cuenta─ fue el fiel colaborador de San Pablo. El verbo dimitto puede traducirse por “dimitir” (de ahí la confusión de los periodistas), pero, de modo solemne, sirve para transmitir la idea de entregar la vida, dejar este mundo con paz y alegría.
 
Jorge Seall-Sasiain narra la historia de las luchas fraticidas de los Trastámara en las que se pronunció la famosa frase “Ni quito, ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. La pronuncia el mercenario francés Bertran du Guesclin al tiempo que apuñalaba a Pedro el Cruel, que luchaba contra su hermanastro Enrique de Trastámara. No está claro si el apuñalamiento de Pedro lo hizo Enrique, pero en todo caso ayudado in extremis por el francés o por alguna otra persona de su séquito. Don Jorge apunta que la famosa frase nada tiene que ver con el Cid, como algunas veces se ha supuesto. Da gusto contar con unos libertarios digitales tan cultivados.
 
A propósito de algunos insultos inimaginativos que he recibido, Johannes Kothny (San Sebastián, Guipúzcoa; alemán de origen) me anima satisfecho de mis comentarios. Concluye: Ya decía el Quijote en una frase apócrifa: “Los perros ladran, señal de que cabalgamos, amigo Sancho”. Y tan apócrifa, pues no está en el Quijote. Pero se agradece la intención.
 
Jesús García Fernández (Alcobendas, Madrid) siente curiosidad por la expresión “de marras” que se utiliza en su barrio. La acaba de ver en el Quijote. Procede del árabe. Originariamente quiere decir “de antaño, de un tiempo pasado”. Equivale al “érase que se era” de los cuentos infantiles. Es un coloquialismo para indicar al interlocutor lo que se da por consabido. No es de ahora; lo utiliza ya Gonzalo de Berceo.
 
Antonio A. Rivas sostiene, con muy buen acuerdo, que el refrán “Nunca es tarde, si la dicha es buena” tendría que ser “Nunca es tarde, si la dicha llega”. Tiene toda la razón, puesto que las dichas siempre son buenas. Lo que pasa es que los refranes tienen su propia lógica, condicionada a veces por la sonoridad, la rima, etc. El clásico Vocabulario de Gonzalo Correas da esta versión: “Nunca es tarde para hacer bien; haz hoy lo que no hiciste ayer”.
 
A propósito de la frase “¿Y no quieres también un negro que te abanique?”, Jean (Paraguay) me cuenta que en su tierra se dice con el mismo sentido “¿Y no querés una vaca con cría?”. En donde se demuestra que en la primera frase no hay racismo y en la segunda no hay maltrato a los animales. Por encima de todo resulta maravilloso el espectáculo de la lengua española desparramada por ambos hemisferios.
 
Alejandra Juno me plantea el origen de la expresión “el chocolate del loro”. Equivale al ahorro en un gasto insignificante como el de aquella familia venida a menos que decidió prescindir del chocolate del loro en su partida de gastos domésticos. Era evidente que se trataba de un ahorro ridículo. Doña Alejandra conoce la historia, pero quiere saber el origen. Lo ignoro. Algún lector caritativo nos enviará su versión.
 
José Manuel Fernández (Pontevedra) quiere saber el origen de la expresión “ir a su bola”. Es tanto como desentenderse de la tarea principal. Él mismo sugiere que proviene del golf, una salida de los malos jugadores cuando van a su aire. Francamente, no sé decir cuál es el fundamento de la frasecita, que la oigo por todas partes.
 
Mi ignorancia se acrece con la locución “a bote pronto” que me plantea Teodoro Barriuso Martínez (Segovia). La locución deportiva ni siquiera aparece en los diccionarios y se emplea con profusión. Don Teodoro sugiere que sea un lance en el juego de la pelota vasca. Lo ignoro.

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