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Amando de Miguel

Impresiones de una entreparla

Mi sentimiento religioso está entre el de Unamuno y el de Nicolás Gómez Dávila. Ambos tienen de común, además, que son los árbitros de la paradoja y saben jugar con las palabras y los significados.

Hace un par de semanas Gonzalo Altozano me hizo una entrevista en Intereconomía para su serie "No es bueno que Dios esté solo". Antes hicimos una prueba, pero resultó muy sosa, con preguntas y respuestas un poco como de examen. La segunda versión resultó más llana al ser una "entreparla", como decía Unamuno. Para mí fue una entrevista más, bien que amical, de las miles que me han hecho sobre los asuntos más variados. Pero en este caso sucedió algo extraño. Recibí cientos de llamadas, mensajes, correos sobre la conversación con Gonzalo Altozano. Por lo general expresaban emoción, empatía, agrado. Por lo menos se prueba mi tesis de que la religión no deja indiferente a nadie, incluidos los que se consideran escépticos o ateos. Los correos más abundantes y emotivos son los que me han llegado a través de mi Facebook y, por tanto, no los voy a considerar aquí. Solo tengo espacio y tiempo para comentar algunos de los que me han enviado los libertarios a esta seccioncilla. Selecciono los que presentan algún problema de interpretación, puesto que hablar de Dios es, por definición, algo inefable.

Jesús Hernández (franciscano de María) me dice que la entrevista le dejó "!un gusto amargo al final de ella". Me acompaña esta cita: "¿De qué le sirve al ser humano ganar el mundo si pierde la vida?". Creo que la frase famosa es "si pierde su alma", pero sigo. El buen franciscano me dice que en la entrevista me vio "falto de Alegría". Hombre, no recuerdo entrevista más sonriente y bienhumorada, tanto por mi parte como por la del entrevistador. Siento no haber publicado mi novela Los años no perdonan en la que es clave una conversación sobre Dios entre la protagonista y un franciscano. De Chesterton saqué la idea de que los asuntos religiosos están penetrados de humor y alegría (sin mayúscula). No creo que, para hablar de estos asuntos, uno deba ponerse más serio que el orinal del Papa.

Ignacio de Despujol me criticó aquí una vez por mi "desaliño indumentarios". Ahora me dice que, quizá por esa crítica, he corregido un poco mi atuendo. Respecto a la entrevista de marras, don Ignacio considera que fue "perfecta por parte de ambos interlocutores, en la que apareció usted con una fuerza personal, moral e ideológica fantásticas". Menos mal. Las preguntas fueron muy pertinentes. Quizá me faltó tiempo para explicitar mi idea de que la virtud teologal que más me importa es la esperanza. Me sorprende lo de la "fuerza" de mis sentimientos, pues me identifico con el publicano y rechazo al fariseo de la parábola de San Lucas.

José Antonio Martínez Pons se identifica conmigo por el rechazo que mostré en la entrevista de la liturgia católica actual, que ha prescindido del latín y de la música de calidad. Podría haber añadido algo sobre la decoración falsamente minimalista y de pésimo gusto de las iglesias que se han levantado recientemente. Mi sentimiento religioso está entre el de Unamuno y el de Nicolás Gómez Dávila. Ambos tienen de común, además, que son los árbitros de la paradoja y saben jugar con las palabras y los significados. Atentos a este escolio de don Nicolás: "El catolicismo no resuelve todos los problemas, pero es la única doctrina que los plantea todos". Se comprende que a muchos bautizados les moleste el catolicismo.

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