Desde tiempo inmemorial, al llegar el otoño, se producen desbordamientos en los ríos de la cuenca mediterránea española. Los antiguos lo sabían y poco podían hacer. Por lo menos tomaban la precaución de no construir en las ramblas y rieras. Ahora, como somos más listos, hemos invadido ese territorio del agua, y así nos va. Al menos se han levantado presas que contengan los aludes y riadas. Pero, como se ve, esas obras de contención son insuficientes. Estamos ante un tipo de catástrofe perfectamente previsible. La culpa no la tienen las inclemencias del cielo sino las incompetencias de las autoridades.
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