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Amando de Miguel

Juegos de palabras y de símbolos

No caben diferencias según las ideologías o incluso el grado de instrucción del hombre público que practica la jerga del politiqués.

La vida pública es un galimatías porque no es fácil conseguir un acuerdo en los significados precisos de las palabras. No es tanto una cuestión de diccionario como de cultura política. Por ejemplo, Carlos Azcárraga me llama la atención sobre la alegría con que se utiliza ahora lo del referéndum. Suena muy bien y pasa por ser el no va más de la democracia. La democracia representativa se inventó precisamente para no estar todo el día en la plaza pública sometiéndolo todo a votación. Pero ahora se pide un referéndum para cualquier cosa: para independizarse de la nación española, para protestar por las medidas de política económica, etc. Tiene razón don Carlos. El referéndum es una medida excepcional que solo debe convocarse para cambios que tienen que ver directamente con la organización del Estado. Además, el referéndum no lo puede convocar cualquiera. Por ejemplo, no tiene sentido que un municipio convoque un referéndum. Ya de paso, el plural más correcto de referéndum es referendos. No es de recibo decir "referenda" en plural. Por la misma razón, el plural aceptable de currículum (relación de méritos) es currículos.

Álvaro de la Cueva certifica el final de la voz vergonzoso. En su lugar se alza vergonzante, quizá porque parece más elegante. La verdad es que las dos palabras son casi equivalentes. Es mejor reservar vergonzante para la persona que siente vergüenza de su condición; por ejemplo, el pobre que pide limosna. En cambio, vergonzoso es lo que da vergüenza a un observador exterior. Recordemos que en español un insulto muy calificado es "sinvergüenza", es decir, se aplica a una persona sin escrúpulos que no siente vergüenza cuando debería sentirla. Una persona vergonzosa es la que se siente tímida o cohibida. No hay razón para sustituir una palabra por la otra, aunque se hallen tan cercanas.

Agustín Fuentes sigue anotando frases que llaman la atención. Por ejemplo, al lado de su casa hay un colegio con muchos alumnos. Dada la confusión de tráfico que se forma a la entrada y salida de los escolares, la dirección ha decidido establecer un aparcamiento aledaño al colegio. Lo curioso es que el tal lleva este letrero: "Parking infantil". Hay que suponer que así no paga impuestos.

Otra observación de don Agustín. Como es sabido, este año se ha dejado de celebrar en Valencia el campeonato mundial de la Fórmula 1. La noticia se da así: "Valencia se cae del campeonato mundial de la F-1". Esto de caerse se utiliza ahora mucho para indicar que un evento programado (valga la contradicción) no se va a poder realizar. En la jerga de la radio y la tele se dice también que un invitado que no llega o un vídeo que no se pone en el programa se caen. Habrá que acostumbrarse.

A nuevas realidades, nuevas palabras. Ignacio Mares señala la novedad de los carriles bici que ahora complican el plano de las ciudades. En Bilbao los llaman bidegorri (caminos rojos), aunque algún munícipe ha decidido que es más elegante lo de senda ciclable. Don Ignacio imagina que, de seguir ese conceptismo, las pistas de aterrizaje de los aeropuertos acabarán siendo pistas avionales. La falta de sentido del ridículo no tiene límite. Recordemos el axioma de esta seccioncilla: el lenguaje no se hizo solo para comunicarse sino para otras muchas funciones: presumir, alardear, distinguirse, confundir, etc. Especialmente es así con el lenguaje público. En este caso no caben diferencias según las ideologías o incluso el grado de instrucción del hombre público que practica la jerga del politiqués. No hay más que asomarse a cualquier telediario para comprobar lo que digo.

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