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Amando de Miguel

La cultura del eufemismo

Durante mucho tiempo hubo entre nosotros mendigos, pordioseros, pobres de solemnidad, tullidos, hospicianos, rufianes, malhechores, vagos y maleantes, necesitados. Cada uno de esos tipos humanos tenía su tratamiento. Después nos vino de Hispanoamérica lo de la marginación, que unificó todas esas categorías. La cosa era no ofender. Los marginados estaban simplemente en los márgenes del espacio social. Era ya un avance hacia el eufemismo, el ocultar la realidad con las palabras. En ello andamos cada vez con más dedicación. Ahora se habla de discapacitados para los que tienen un defecto físico. Pero todo eso no es nada para la más reciente versión que circula por los pasillos oficiales. Los marginados o los pobres ya no son tales sino –agárrense– “personas con riesgo de exclusión social”. Es decir, al eufemismo el circunloquio. En el cajón se meten también los inmigrantes extranjeros de condición modesta. La expresión se oye y se lee cada vez más. Imagino ya el Instituto Municipal para las Personas con Riesgo de Exclusión Social (IMPRÉS). Funcionará al menos en todas las capitales de provincia o ciudades que tengan grandes superficies (otro eufemismo).


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