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Amando de Miguel

La función social del buen humor

Las expresiones humorísticas para deleitar suelen contener algún tipo de doble sentido de las palabras o las frases. La minúscula confusión produce sorpresa y risa.

Queda dicho que las expresiones humorísticas para deleitar suelen contener algún tipo de doble sentido de las palabras o las frases. La minúscula confusión produce sorpresa y risa. Todo eso se hace habitualmente para distender y también para ocultar alguna forma de insulto. Por eso las revistas de humor florecen paradójicamente en tiempos de dictadura o, mejor, de dictablanda. Anoto algunas muestras de los bienhumorados libertarios.

Gerardo García me envía este diálogo:

 ─Papá, estoy planteándome hacer carrera en el crimen organizado.
─¿En el Gobierno o en el sector privado?
─Personalmente prefiero el Gobierno. Nunca acaban en la cárcel.

Álvaro de la Cueva anota el texto de la Ley 2/20123 de la Xunta de Galicia sobre "las personas consumidoras y usuarias". Don Álvaro considera una "memez" el evitar el genérico de "consumidores y usuarios". Ya se sabe, es lo que prescribe algún gabinete de corrección política. Si seguimos así, dice don Álvaro, acabaremos viendo en el zoológico un aviso de esta guisa: "Toda la información contenida en los carteles de este zoo referidos a los leones, tigres, jirafas, hipopótamos, elefantes, delfines, etc. se entenderá igualmente referida también a las leonas, tigresas, jirafos, hipopótamas, elefantas y delfinas". Por fortuna para las feministas, la palabra "persona" es femenina. Pero "individuo" es masculina.

Sigo con los avisos con un propósito serio, pero que mueven a risa. Jesús Lainz me envía un recorte de un máster en Administración de Negocios. La carrera se orienta "desde un prisma superior" al tener en cuenta "aquellos elementos y stakeholders que influyen en la empresa y que provienen de un macroentorno internacional... atendiendo a los requerimientos del empresariado actual a nivel global, apuntando objetivos de la empresa en términos glocales". Ese último palabro no es una errata. Hablando de erratas, la semana pasada me referí a Jesús Lainz como "el insigne bolígrafo (como el BIC) montañés". El corrector creyó que era una errata y me hizo decir "el insigne polígrafo montañés". Hombre, se le fue toda la gracia, pues el insigne polígrafo montañés no es más que uno, don Marcelino Menéndez y Pelayo. Se estropeó el juego de palabras.

Juan A. Fernández M. anota este aviso en un hotel de Suiza para esquiadores en el que se informa sobre las condiciones de la nieve: "Neuchatel, 12 cm., blanda. Lausanne, 18 cm., escurridiza. Schaffhausen, 15 cm. sólida". Debajo del aviso, un español había escrito: "Manolo Pérez Vázquez, 24 cm., dura como una piedra". Una vez más, el humor (en este caso más bien grueso) esconde muchas veces la doble significación de las palabras. Si la segunda significación alude a algo que debe permanecer oculto (como el sexo), la risa está asegurada.

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