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Amando de Miguel

La función social del insulto

En la crítica política se impone muchas veces esa ironía, que no tiene por qué llegar a la injuria. En mis textos se pueden encontrar numerosos ejemplos de lo que digo.

No me canso de repetir que el insulto es una parte principal de nuestro léxico y nuestras costumbres. No por ofendernos lo podemos evitar. Queda claro que se insulta para que no te insulten. Quien da primero da dos veces. Luis Lebredo (desde California) recuerda la discusión entre dos vecinas. El niño de una de ellas le grita a su madre: "Mamá, mamá, dile puta antes de que lo diga ella". Añado que el niño había entendido muy bien la regla que digo.

Hugh Banyeres me dice que yo tendría que distinguir entre insulto y diagnóstico. "En medicina, insulto es un ataque, y diagnóstico un examen". Ya sé que el diagnóstico es una parte del conocimiento, mientras que el insulto es una forma de agresión. Pero entre una y otra acción caben muchos registros. Por ejemplo, cabe una descripción irónica o sarcástica del prójimo como contrario. Visto así, el insulto inteligente puede ser una manera de amortiguar el conflicto. En la crítica política se impone muchas veces esa ironía, que no tiene por qué llegar a la injuria. En mis textos se pueden encontrar numerosos ejemplos de lo que digo. El maestro es Quevedo entre los clásicos y Jaime Campmany entre los modernos.

En la cultura española importa mucho la vergüenza, que muchas veces no es más que hipocresía. Quizá sea un resto de la secular y difícil convivencia entre judíos, moros y cristianos. Había que saber disimular. Hemos heredado esa virtud. No sé si van por ahí los tiros de Miguel Ángel Prieto, que me envía este lacónico y misterioso mensaje: "A ti y a Antonio Casado os tenía que dar vergüenza decir que sois zamoranos. Que os den a los dos por el ano". Ignoro a qué se debe tal iracundia de nuestro paisano. Don Antonio y yo mantenemos posiciones políticas muy distintas, pero creo que somos respetuosos con las respectivas ideologías. Por lo menos ambos hablamos claro, como suelen hacerlo los zamoranos. Debo advertir que mi tercer apellido es Prieto, seguramente de origen judío. "Prieto" es una voz antigua para mostrar que la piel de uno es morena, cetrina, aceitunada. Visto así, don Antonio es mucho más "prieto" que yo, y mucho más guapo. Sigo sin saber por qué nos tenemos que sentir avergonzados de ser zamoranos. Ninguno de los dos tuvo ningún mérito de nacer donde nacimos. El insulto por el gentilicio es una forma de racismo, esto es, una manifestación de la ignorancia o la simpleza. Es el caso de llamar a uno "moro", "charnego", maketo", "sudaca", "guiri".

Por cierto, comunico a mis corresponsales que voy a dar un seminario en los cursos de la universidad Tomás Moro. Es una institución que empieza este otoño con cursos no reglados para personas mayores de 40 años. Es fundamentalmente un programa de Humanidades y Cultura Contemporánea. Se exige tener bachillerato. El correo electrónico es calonso@intereconomia.com

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