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Amando de Miguel

La generación más preparada de la Historia

Lo que resulta indiscutible es que se trata de la generación de jóvenes con más desempleo de la Historia.

Lo que resulta indiscutible es que se trata de la generación de jóvenes con más desempleo de la Historia.

He aquí un nuevo mito que se acepta sin discusión. Pero ¿realmente los jóvenes de ahora están más preparados que en épocas anteriores? Lo que resulta indiscutible es que se trata de la generación de jóvenes con más desempleo de la Historia. Algo no funciona.

Jesús Lainz comenta que lo contrario es más cierto: el fracaso del sistema educativo. Aduce algunas pruebas: el abandono escolar, el bajísimo nivel de formación, la masificación universitaria, el desprestigio internacional del sistema educativo español, el derroche de medio y el desánimo de los profesores. La conclusión es "la más igualitaria de las analfabetizaciones". Mi interpretación es que hemos cambiado cantidad por calidad. En efecto, los jóvenes actuales acumulan más años de estudio que ninguna otra generación anterior, pero su nivel formativo sirve para muy poco. Un sistema educativo cada vez menos exigente confiere títulos muy especializados con facilidad. Todo eso no sirve de mucho para encontrar trabajo. La prueba es que los mejor preparados optan por buscarlo en otros países. Menos mal que está la oportunidad de emplearse en las empresas españolas multinacionales.

Por lo menos en épocas anteriores España disponía de una minoría bien preparada, la que conducía a redactar un Código Civil modélico o conseguir un premio Nobel de Medicina. Ahora no destaca tanto la capacidad creadora de esa minoría mejor formada. Más que formación como tal, lo que hoy se echa en falta es la ética del esfuerzo y de la emulación que tenían antes los españoles con una formación superior. El título educativo se considera como un medio para conseguir un trabajo, que a su vez es otro instrumento para disfrutar de una vida regalada. El centro de la vida para los jóvenes no es el trabajo, la carrera, sino la fiesta, el jolgorio. Esa centralidad del hedonismo choca con la situación objetiva de crisis económica. La única institución que hemos logrado introducir los españoles en los últimos decenios ha sido el botellón. Tenemos unos jóvenes que leen poco y beben mucho.

José Ángel Iturriaga me comenta que hace tiempo lancé la anticipación de que llegaría un momento en que incluso los profesores universitarios escribieran con faltas de ortografía. Afirma mi corresponsal: "Lamento informarle que ese día ya llegó, hace mucho". Lo he comprobado numerosas veces. No es que salte alguna falta, una errata, un golpe de tecla. Es algo más grave. En escritos de profesores universitarios he podido comprobar que la ortografía baila con demasiada alegría. Es más, se introduce la especie de que la ortografía es un rasgo autoritario. Así pues, la libertad consiste en que cada uno escriba como quiera. Ese principio resulta preocupante. La razón es práctica. Hoy tenemos que leer cada vez más textos, normalmente a través del ordenador. Si cada uno de ellos prescinde de las obligaciones ortográficas, el resultado es que resulta difícil leer y digerir todo lo que nos llega a la pantalla azul. Lo que más me llama la atención es el baile de los acentos, el uso arbitrario de las mayúsculas, la orgía de puntos suspensivos y otros signos, la pretensión de escribir como se habla. Es lamentable el escaso número de palabras distintas que se emplean en muchos textos de personas que pasan por cultas.

Lo que resulta especialmente grave es la resistencia a prender, a veces algo tan elemental como la regla de los acentos o el orden alfabético. Puede que sea un efecto de ese principio pedagógico tan disparatado de que no hay que aprender nada de memoria. Se empieza a considerar que la memoria no es una facultad humana sino de los cacharros informáticos. Aviados estamos.

En España

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