Menú
Amando de Miguel

La manía de apostar

El gran negocio en auge es, entre nosotros, el de las apuestas, como derivación de los juegos de azar de toda la vida.

El gran negocio en auge es, entre nosotros, el de las apuestas, como derivación de los juegos de azar de toda la vida.
EFE

El gran negocio en auge es, entre nosotros, el de las apuestas, como derivación de los juegos de azar de toda la vida, ahora en su versión electrónica. Es un fenómeno general, parcialmente importado, como tantos otros. En el mundo anglosajón, algunos deportes se han mantenido tradicionalmente por las apuestas. Recuérdese el caso del boxeo, las carreras hípicas o de galgos, etc.

En inglés, el verbo to bet (= apostar) y el sustantivo bet (= apuesta) se oyen a todas horas. No es solo que se juegue una cantidad de dinero a la espera de un resultado, sino que la apuesta equivale al simple deseo de que algo suceda. Es más, la apuesta de uno llega a equivaler a su opinión, su forma de ver el mundo y su decisión particular en asuntos controvertidos. Los políticos pueden entender sus apuestas como sus objetivos de bienestar para la población, sus promesas electorales. En inglés, la expresión "you bet!" es como decir "¡ya lo creo!". Es una especie de afirmación enfática. Todavía, en castellano, el "¡apuesto a que sí!" no tiene tanta fuerza, pero la tendrá.

Pues bien, una vez más, esa forma de hablar de la cultura anglicana se va introduciendo con éxito en el lenguaje español corriente. Supone la idea de la vida de relación como un juego, en el que unas personas ganan y otras pierden. Es una forma indirecta de reducir la eventual violencia. Puede que tal proceso constituya la esencia de esas grandes palabras que llamamos capitalismo o democracia. En tales instituciones, se espera que una parte del todo salga ganadora. Lo que implica, naturalmente, que otra sea perdedora. El juego puede interpretarse como pacificador, pero crea resentimientos y desigualdades mil. La razón es psicológica: casi nadie se encuentra satisfecho con su suerte.

Habría que explicar los efectos (causas y consecuencias) de la creciente amplitud de la acción de apostar. Resulta inmediata la asociación con la necesidad de predecir el futuro. Es una nota característica de la sociedad actual. La población expresa el ansia de estar informada, puntualmente, del tiempo atmosférico que va a hacer, los eventuales atascos de tráfico, la marcha de la bolsa. El trabajo principal de los médicos es el de pronosticar el estado de salud de sus pacientes, que somos todos. La función primordial de ciertas organizaciones de tipo económico, nacionales o internacionales, es la de anticipar la evolución de la magnitud de algunas magnitudes macroeconómicas. A la gente le fascina averiguar, por adelantado, el crecimiento del producto económico, las oscilaciones de los precios y salarios, etc. Esos cálculos alcanzan el valor taumatúrgico de profecías. En síntesis, por todas partes se trasluce la necesidad continua de otear el futuro, de que ciertos profesionales lo aseguren.

La sociedad centra su atención en el problemático futuro de los jóvenes. El Gobierno acuerda una subvención a casi todos ellos, definidos los que no alcanzan los 35 años. El objetivo expreso es poder alquilar una vivienda y, así, emanciparse. Bien puede servir, también, para asegurar su voto en unas eventuales elecciones a favor del Gobierno que los mima.

Mención especial merece la preocupación familiar y pública por los niños y adolescentes, especialmente, para que salgan airosos del tránsito escolar. Es otra forma de expresar la preocupación por el futuro.

Decididamente, los adultos apuestan por el bienestar de la próxima generación de personas activas. El cual consiste, ante todo, en disfrutar todo lo posible de las amenidades de la vida, incluso de la nocturna, o del uso de los cachivaches electrónicos. Añádanse las experiencias con el sexo, el alcohol y las drogas.

La electrónica de uso se ha convertido, para la población infantil o juvenil, en un artículo de primera necesidad. Los adultos consienten en tal regalo, imaginando, acaso, que se trata de una forma de garantizar el futuro. Lo cual es mucho suponer, claro está.

El contenido de los medios informativos resalta continuamente lo que va a suceder, lo que se llama la agenda, sea la de los políticos o las organizaciones todas. Se incluye, de forma destacada, el calendario deportivo, que permite enfrascarse en placenteras apuestas.

Un parentesco léxico con las apuestas se establece con las voces desafíos y retos. Dan idea de una especie de combate ideológico, en el que la emoción reside en averiguar el resultado: el ganador. "Milicia es la vida del hombre sobre la Tierra" (Jb 7: 1-4, 6-7).

En España

    0
    comentarios