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Amando de Miguel

La siniestralidad

Da gusto verlo por la tele con esa cara de Mr. Bean, sonrosada y graciosa. Es “Pepiño” Blanco, dirigente socialista. Estamos ante un verdadero regalo del Cielo para quienes tenemos por oficio la crítica política. El otro día, por la tele, el político gallego nos habló de la “siniestrabilidad”. Ya es difícil juntar tantas sílabas sin fallar una. Más fácil hubiera sido recurrir a la palabra existente en los diccionarios: “siniestralidad”, el abstracto para el número o la tasa de siniestros. Así llaman las compañías aseguradoras a los daños que luego indemnizan. Seguramente, nuestro hombre no se refería a eso sino a la “accidentalidad”, lo referido a los accidentes que sufren las víctimas. Lo que no aparece por ningún lado es lo de la “siniestrabilidad”. De aceptar el neologismo, serviría para calificar la conducta merecedora de siniestros. Lo cual es un absurdo, pero peores se han visto. La explicación del error citado proviene de que da prestigio alargar las palabras. El polisilabismo es indicio de cultura. Bien está la cosa, pero no hasta el punto de añadir sílabas que no existen.

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