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Amando de Miguel

Las canicas

Siempre se ha dicho que “las canas” por “la vejez”. Es lo que se llama metonimia. A veces la alusión va más lejos. Así, los viejos más o menos prematuros ─vistos por los jovencitos─ se convirtieron en “carrozas”. Todas esas imágenes van envejeciendo. Ahora los viejos vistos por los mocitos son “canicas”: están cerca del hoyo, o, como antes se decía, la fuesa. La imagen es afrentosa e irónica a la vez. La cosa es no llamarla por su nombre. Lo de la “tercera edad” está escrito en la Constitución, para vergüenza de los padres de la palabra. Peor es lo de los “más mayores”, expresión un tanto pueril que se generaliza. Quizá como reflejo o simetría, los niños se ven tratados como los “más pequeños” o, cariñosamente, como los “enanos”.

Como puede verse, esto de las edades se somete a todo tipo de alusiones humorísticas o despreciativas. Hay algo cruel en ese juego retórico, puesto que la edad que tenemos ─por no tenerla─ no la podemos cambiar. En esas condiciones, el desprecio es simplemente racismo.


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