Por mis pecados, tengo que contestar a la solicitud de muchas entrevistas. Me agrada que mi opinión pueda ser de algún interés. Casi siempre son entrevistas de medios en los que no colaboro. Ya se sabe, la entrevista es un género en el que cobra el entrevistador. Acepto, complacido, la norma. Me quejo de que las preguntas suelen ser monótonas, repetidas. Es como si se pusieran de acuerdo para preguntar siempre lo mismo. Me facilitan la tarea de contestar, pero me invade la melancolía. ¿No podían enseñar a preguntar en la Facultad de Periodismo? Bastaría copiar a los buenos “amilibias”.
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