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Amando de Miguel

Lecciones de cosas

La profusión de palabras vascas con la letra es una superchería. Es un juicio que ya hizo en su día Miguel de Unamuno.

Claudio Verdú se ha entretenido en encontrar ejemplos de frases con pleno sentido en las que no hay ni nombres, ni adjetivos, ni artículos. He aquí una: "Vamos a tener que ir yéndonos". La verdad es que es una expresión muy elegante. Sería interesante que los libertarios curiosos aportaran más ilustraciones.

G. Sánchez me anima a que analice el uso de la coma en la redacción. Lo mejor será consultar la Ortografía de la Real Academia. En ese texto se dedican 50 páginas al uso de la coma. MI impresión es que las reglas no son muy estrictas y se basan en la casuística. Mi experiencia me dice que lo mejor es guiarse por el oído. Cada autor tiene un estilo propio a la hora de poner comas, aunque se pueden admitir algunas normas generales. La coma sirve sobre todo para indicar una breve pausa en la oración, o bien un inciso o explicación dentro de una frase larga. Lo mejor es hacer frases cortas separadas por el punto, el punto y coma o los dos puntos. Delante de una conjunción adversativa (más, pero, sin embargo, etc.) yo suelo poner coma, pero solo si detrás va una frase con un verbo explícito. Es conveniente poner una coma cuando la frase empieza por un adverbio terminado en –mente.

José Antonio Martínez Pons me señala lo divertido que resulta que para los vascos actuales ya no exista el "abecedario", transformado en el "abedeario", pues han decidió oficialmente que ya no hay letra <c>. Don José Antonio duda de la legitimidad de una norma tan atrabiliaria. Opino que cualquier día los vascos nos dicen que hay un "abedeario" específico para el vascuence con signos distintos de los conocidos. Paparruchas. Durante mil años el vascuence no se escribió, por lo que su transcripción fonética tenía que regirse por el latín. Precisamente en esa lengua matriz lo que no hay es la letra <k>, una letra griega, cuyo sonido se adapta a la letra <c>. Así pues, la profusión de palabras vascas con la letra <k> es una superchería. Es un juicio que ya hizo en su día Miguel de Unamuno.

Pedro Campos, con su proverbial acidez de estómago, me señala que los escolares españoles siguen ejercitando la memoria. No es esa mi impresión. Por mi férula han pasado decenas de miles de alumnos universitarios. Se comprueba la escasa capacidad que tienen de retener versos, fechas, citas o fórmulas. En los exámenes les dejaba que trajeran apuntes, libros y diccionarios. Era penoso comprobar la escasa capacidad que tenían para encontrar una palabra en el diccionario. Esa pérdida de la capacidad memorística se ha ido acentuando según pasaban los años. Me parece un asunto muy grave.

Chaim Lerner (Tel Aviv) me señala que en la lista de las mejores universidades del mundo no hay ni una sola que pertenezca al mundo árabe o al de América Latina. En conjunto, esos países suman unos dos mil millones de habitantes. En cambio, el pequeño Israel (con una población equivalente a la de Madrid) cuenta con cinco universidades en la lista indicada. Añado que Israel es el único país democrático en el Oriente Medio. Ya es curioso que la izquierda callejera española esté dispuesta a manifestarse contra Israel y no contra Libia, quiero decir, contra sus dirigentes.

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