Menú
Amando de Miguel

Lenguaje matemático e informático

Jordi Molins i Coronado (por una errata figuró como “Molías” en un anterior comentario) echa su cuarto a espadas en la polémica sobre la Física y las Matemáticas. Su opinión merece ser tenida en cuenta: “las Matemáticas, en sí, no tienen ninguna conexión con la realidad física. Si la tuvieran, ya no serían Matemáticas. Y por eso no pueden ser consideradas una ciencia. [Serían más bien] una metaciencia, o el lenguaje con el cual las ciencias expresan todo su potencial”. De acuerdo, aunque el lenguaje propiamente dicho es el de las palabras, lo que se articula con la lengua.
 
He recibido algunas docenas de correos sobre la cuestión batallona de la “cuadratura del círculo”. Me congratula saber que hay tantos profesores de Matemáticas entre los lectores de esta seccioncilla. No puedo citarlos a todos. Vaya uno de ellos como muestra. Pedro Vilches Pacheco (del Instituto San Juan de la Cruz, no sé de dónde) certifica que es un problema clásico planteado por los filósofos griegos: “construir, con regla y compás, un cuadrado cuya área sea idéntica a la de un círculo dado”. Siglos después se demostró que esa construcción es imposible. “Por tanto, hablar de la cuadratura del círculo es perfectamente adecuado para describir cualquier problema insoluble”. Me ha convencido. La cuestión está en el capricho del número pi, que es irracional. Ya lo intuyeron los griegos. Cito el eruditísimo testimonio de Carlos Gordo Blanco.
 
En repetidas ocasiones he comentado aquí que el lenguaje numérico es una condensación del lenguaje propiamente dicho o verbal. Jaun José Güemes hace una crítica que suscribo y transcribo: “Es habitual escuchar o leer que un artículo es dos veces más barato que otro o que su precio en rebajas es tres veces inferior al que tenía antes… Lo que sin duda quieren decir es que el precio del artículo es la mitad que el otro o que cuesta un tercio de lo que costaba antes… Ningún número positivo (mayor que cero) puede reducirse en más de una vez sin tornarse negativo”. Añade don Juan José que ese error es todavía más llamativo cuando se habla de porcentajes. Es absurdo decir que “los casos de gripe pudieran disminuir un 300%”. Eso equivaldría a que “por cada 100 casos tratados el año pasado, este año se fueran a atender 300 pacientes menos”. Apuntado queda y agradecido estoy.
 
José Luis Fernández Piñero ha oído en un telediario (2 de marzo) la siguiente “patada al conocimiento matemático”. Se hablaba del “mínimo común divisor”, ente matemático desconocido, producto bastardo del “máximo común divisor” y del “mínimo común múltiplo”. Añado que es un típico resultado de las recientes reformas de la enseñanza.
 
Recibo un sinfín de emilios sobre la cuestión batallona de reinicializar. La mayoría se inclinan por dejarlo en inicializar e inicialización, que ya suponen bastante complicación. Otros prefieren quedarse en iniciar e iniciación. En el Diccionario LID se contiene inicialización: “Programa de síntesis de sonidos por ordenador, conjunto de parámetros y opciones iniciales de ajuste que precede al inicio de la toma de valores de muestreo”. Parece un galimatías, pero, si se impone, adelante con los inicios. Por mi parte, ni siquiera suelo emplear el verbo iniciar; tampoco el de acceder. Me parecen cultismos innecesarios.
 
Sobre los emoticonos (caritas hechas con signos ortográficos) recibo una ristra de misivas, a cual más emotiva. Por lo general, defienden ese recurso como una forma de “evitar equívocos y malentendidos en las relaciones sociales” a través de la internet o de los mensajitos de los móviles. En definitiva, los emoticonos sirven para matizar las intenciones. Así razona, por ejemplo, Santiago García Mazariegos, después de pedirme disculpas por los leísmos “pues soy de Valladolid”. Tendría que acompañar yo ahora un emoticono de asombro, pues don Santiago no introduce leísmos en su texto. Su defensa de los emoticonos francamente me parece muy pobre. La verdadera y completa expresión de las emociones se hace cambiando los veintitantos símbolos del alfabeto para formar palabras y frases. Lo de componer caritas con signos de puntuación es de una gran monotonía e inexpresividad. A ver cómo se puede traducir con emoticonos estos sublimes versos de Lope de Vega:
 
 
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo
leal, traidor, cobarde, animoso;
no hallar, fuera del bien, centro y reposo;
mostrarme alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso.
Eso es amor. Quien lo probó lo sabe.
 
Antonio Santana insiste en que “el emoticono da información necesaria sobre de que habla y evita malentendidos”. Nequaquam. Con el lenguaje alfabético hay malentendidos, pero serían muchos más lo que resultarían de un lenguaje jeroglífico. Bien, lo de llamar lenguaje a la sinsorgada de los emoticonos es una hipérbole. Más bien me recuerda el tipo de divertidos códigos que utilizábamos de niños. Por ejemplo, “tití, tietires, titón, titó”.
 
Manuel Barrio Hill (Zaragoza) me cuenta un divertido relato para ilustrar lo del género en castellano para estudiantes norteamericanos. La cuestión era averiguar si se debe decirel ordenadorola computadora. Razones de las mujeres para el uso del masculino (el ordenador). (1) Para que funcione necesita calentarse. (2) Tiene muchos datos pero es incapaz de pensar. (3) Teóricamente está para resolver problemas, pero él mismo es un continuo problema. (4) En cuanto te comprometes con uno, te das cuenta de que, de haber esperado un poco, podrías haberte llevado un modelo mejor. Hay otras cuatro razones, que dan los varones, para preferir el género femenino (la computadora). (1) Solo su creador ha logrado dominar su lógica interna. (2) Emplean un lenguaje para comunicarse con las otras computadoras que solo ellas entienden (3) Cualquier error lo guardan en la memoria para sacarlo a su debido tiempo. (4) En cuanto te comprometes con una, te gastas la mitad del sueldo en accesorios para ella.

En Sociedad

    0
    comentarios