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Amando de Miguel

Lenguaje y política

El análisis del politiqués es bastante aburrido. El famoso dialecto vuelve una y otra vez sobre los mismos trucos retóricos. Está, por ejemplo, el de conjugar los verbos, de forma reduplicativa en pasado, presente y futuro. Es una burda mímesis de la designación de Yahvé (= “El que es y será”). Proporciono el último ejemplo de ese latiguillo efectista. Pertenece a la declaración de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega después del Consejo de Ministros (28 de mayo, 2005): “El Gobierno ni ha dado, ni da, ni dará instrucciones al fiscal general del Estado para que lleve a cabo ningún tipo de actuación… Antes, durante y después de un proceso de paz va a funcionar el Estado de Derecho. Queremos que antes, ahora y después el Estado de Derecho funcione… En tanto ETA no se disuelva, este Gobierno no ha establecido ni establece ningún tipo de contacto”. La última frase resulta particularmente enrevesada. ¿Cómo puede ser que hasta la ETA no se disuelva, el Gobierno no ha establecido contactos con la dichosa banda? Es un perfecto anacoluto. Lo correcto gramaticalmente sería: “Hasta que la ETA no se disuelva, el Gobierno no establecerá con la banda ningún tipo de contacto”. Claro que, si se disuelve, ya no se puede contactar con ella. Un lío. Mi interpretación. El recurso a la mezcla del pasado, el presente y el futuro en la misma acción es un síntoma de que el sujeto miente. Una persona enamorada dice simplemente “te quiero”, no “te he querido, te quiero y te querré”. Lo saben los confesores, los policías y los jueces: Una declaración enfática e insistente suele ser mendaz. Claro que, por esa misma regla de tres, la declaración que vemos en las películas norteamericanas de “la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” resulta por lo menos inverosímil. Quien pretenda todo eso, mentirá.
 
Gabriel Martínez-Almeida (Enschede, Holanda) propone la expresión proxenetismo político. Es la situación (actual) en la que “uno o más partidos rufianes explotan, humillan, meten de todo y sacan todo lo que pueden de otro al que tienen trabajando a sus órdenes”. Sí, señor.
 
Como es sabido, la manía de lo “políticamente correcto” (para empezar, esa expresión) procede del mundo anglófono. Miguel A. Taboada (Castellar de la Frontera, Cádiz) me informa de que en Inglaterra a los gitanos los llaman ahora travellers (= viajeros, quizá trotamundos, transeúntes o vagabundos) o Irish travellers. Me pregunta don Miguen Ángel si sé por qué los llaman así. Quizá sea la condición de emigrante, asociada tradicionalmente a los irlandeses y el sentido despectivo que los ingleses han dado siempre a los irlandeses. Puesto que el bacon irlandés ha sido muy apreciado por los ingleses, de ahí pasaron a asociar a los irlandeses con los cerdos. Para no pronunciar la palabra tan fuerte de pig (= cerdo), los ingleses denominaban a los irlandeses como Paddy (diminutivo de Patrick). En cambio John Bull (= toro) era la equivalencia para el arquetipo inglés. En los Estados Unidos se pasó en el siglo XIX del Shanty Irish (= irlandés de chabola o inmigrante de primera generación) al lace curtain Irish (= irlandés de visillos) a los irlandeses que ascendían socialmente. Pero lo de los Irish travellers no lo he visto por ninguna parte. Pido ayuda a los filólogos libertarios.
 
Los lectores asiduos de esta seccioncilla saben del gusto que me produce descubrir las “citas falsas”. No quiero decir las que se falsean sino las que circulan de boca en boca como verdaderas. A veces la falsedad está en que se aceptan con el cambio o la eliminación de una palabra. Es el caso de la famosa frase de Winston Churchill, “sangre, sudor y lágrimas”. Tanto se ha repetido que acabamos todos creyendo que así se expresó el famoso político inglés. Me refresca esa creencia una estupenda columna de Carmen Castro, “Lecciones de Historia” (ABC, 24 de mayo, 2005). La autora acaba de releer la última recopilación de los discursos de Winston Churchill. Comenta con cierta desazón: “No tenemos políticos capaces de construir una frase tan bella como ese memorableno tengo nada que ofrecer, más que sangre, sudor y lágrimas”. La cita se ha repetido en mil ocasiones. Realmente, lo que dijo Churchill en la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940 fue: “Quiero decir a la Cámara, lo que ya he dicho a los que han entrado a formar parte de mi Gobierno:No tengo nada que ofrecer más que sangre, brega, lágrimas y sudor”. Ignoro por qué, una y otra vez, en español se elimina de la cita lo debrega(toil). Dice el Diccionario quebregaes “lucha con los riesgos y trabajos o dificultades para superarlos”. Es una palabra esencial para calibrar la envergadura moral de la paradójica oferta que hizo Churchill en el trance de contener la invasión de Hitler. Se me ocurre que labregase cayó para conseguir la estética trinitaria: “sangre, sudor y lágrimas”; un octosílabo, el metro preferido de los españoles. De colocar el “sudor” al final, se perdería el octosílabo. Pero esa explicación improvisada se me antoja demasiado cultista. Por otra parte “sangre, brega, lágrimas y sudor” es un endecasílabo, que tampoco está mal. Espero que algún filólogo digital me ayude a desvelar el misterio de la frase truncada de Churchill.

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