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Amando de Miguel

Los acortamientos

Se llaman así, en Gramática, a los recursos para reducir algunas palabras largas quitándoles alguna sílaba y sin que por ello sufra el significado. En lugar de “colegio” basta con “cole”. En algunos casos la aceptación del recurso es tal que ya nos hemos olvidado de la palabra completa. Por ejemplo, el “taxi” es realmente “taxímetro” y el “metro” (transporte) es “ferrocarril metropolitano”. A nadie se le ocurre hoy ir al “cinematógrafo”.

El acortamiento supone muchas veces un grupo integrado lingüísticamente, por ejemplo, los miembros de una empresa o un ramo productivo. Algunas palabras se acortan dentro del grupo para reforzar su pertenencia. Por ejemplo, en mi pequeño mundo universitario yo puedo decir la “Complu” o la “Fácul”, pero no se me ocurriría hablar así con un extranjero.

Hay un acortamiento implícito en el uso verbal de algunos políticos. Por ejemplo, el ministro Michavila pronuncia “Partido O’pular” o “el reto ‘mocrático”. En ese caso se come la primera letra o la primera sílaba en aras de un discurso a la pata la llana.

En muchos de los acortamientos hay un regusto pueril o familiar. A los niños y con los niños se habla de “súper” (estupendo, extraordinario, bonísimo), “díver”, “profe”. En el círculo familiar o amical se admite la forma hipocorística del nombre: Manu, Pili, Isa.

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