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Amando de Miguel

Los desmentidos son mentidos

La lucha contra la pandemia china que se lleva a cabo en España es una continua fuente de eso que se llama “profecía autoderrotante”.

La lucha contra la pandemia china que se lleva a cabo en España es una continua fuente de eso que se llama "profecía autoderrotante" (self defeating). Suele ser un indicio de ineficiencia. Las medidas (oficialmente se presentan como "contundentes") que se van tomando contra la peste china se emiten a trompicones. Primero se enuncian vergonzosamente como desmentidos. Por ejemplo, "no va a haber desabastecimiento" de determinados productos, como material clínico, artículos del supermercado, de la farmacia o de los componentes o materias primas para las fábricas. Hay que prepararse, pues la profecía en seguida se derrota a sí misma. Pronto aparece la falta del necesario abasto. Es lógico. ¿En qué cabeza cabe que se congelen los intercambios físicos de las personas y no vaya a repercutir en el abasto de mercancías?

Cuidado que las autoridades competentes (perdón por el oxímoron) se lucieron ante la tele declarando que no se iba a suspender el Congreso Mundial de Móviles. Pues se suspendió. El mismo ritual se ha ofrecido con las Fallas valencianas. De ninguna manera se iban a posponer, pero se pospusieron cuando ya se encontraban a medio instalar. Nos impresionó a todos la declaración del alcalde de Sevilla para remachar que no se iban a suspender las procesiones de Semana Santa, y menos aún la Feria. Pero si una cosa así sucede cuando cae una borrasca, ¿cómo no va a ser una causa más determinante la peste china?

Más laboriosa ha sido la polémica sobre las programadas elecciones regionales (mal llamadas "autonómicas") en las regiones con dos lenguas. Es inútil. Después de los desmentidos, viene la rectificación. Es evidente que las elecciones no se pueden celebrar porque, de hacerlo, la participación sería tan baja que perderían legitimidad.

Cuidado que se dio la tabarra con la prohibición de manifestaciones multitudinarias. Pero se produjo la profecía autoderrotante de las manifestaciones del 8 de marzo, las de las alegres comadres sáficas. Era un holgorio que alentaba el Gobierno feminista, y por eso no se suspendieron.

También se nos dijo que el Congreso de los Diputados se cerraba provisionalmente por unos días debido a la enfermedad de algunas señorías. Me temo que el cierre va a durar mucho más tiempo. En buena teoría democrática, el Congreso de los Diputados no debería cerrarse ni en tiempo de guerra. Pero el Gobierno no tiene muchas ganas de reabrirlo. De hacerlo, se expondría a una moción de censura por su manifiesta incapacidad para dirigir la lucha contra la peste china. En ese caso sería una profecía autocumplidora.

También se dijo que solo en algunas regiones se suspenderían las clases presenciales durante 15 días (es lo que duran ahora las cuarentenas. Por cierto, esa medida de la cuarentena procede de la Biblia; es una especie de lapso mágico). Lo más probable es que las clases, suspendidas en todo el país, signifiquen que el curso se va a dar por perdido. Claro que a lo mejor se descubre que los centros de enseñanza no son necesarios; serán sustituidos por las videoconferencias, por los trabajos on line. Estupendo.

El desmentido más chusco es que los partidos de fútbol no se iban a celebrar presencialmente sino "a puerta cerrada". Es evidente el desaguisado, pues eso significaría una pérdida millonaria para los clubes. En este caso el desmentido también acaba siendo un mentido. Todo puede alterase, menos la preminencia de los encuentros deportivos y, por tanto, la de los programas deportivos de la radio y la tele. Hay mucho dinero en juego.

Mi profecía particular es que el famoso virus coronado se verá pronto sustituido por una nueva especie o familia vírica. Quede claro que la alusión al "bichito" o al "organismo" del dichoso virus no es correcta. Se trata más bien de un ente químico que de un organismo vivo. Solo que necesita introducirse en una célula humana para que se replique, a veces de manera incontrolada, obsesiva. Es la parte caótica de la vida. Esa es la maldición de la peste china. Confío en que mi profecía se vea derrotada por los hechos.

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