Lo tengo observado. Asisto a todo tipo de actos culturales en los que se sirve una copa con los correspondientes canapés. Es un excelente pretexto para charlar con la gente más diversa. Participan personas de muy diferente rango social y político. Se puede medir perfectamente su puesto en ese escalafón. La altura que consiguen es directamente proporcional a la rapidez con que desaparecen de la reunión. Los más encumbrados se marchan antes de que salgan las copas. El segundo nivel se queda hasta los canapés. Algún edecán resiste hasta los fritos. Con mando no queda nadie para los pastelillos. Inapetentes.
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