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Amando de Miguel

Modas y manías

José Luis Luri Prieto (Alicante) comenta con ironía el abuso de la voz “operación” para designar ciertas acciones policiales. Lo divertido, según don José Luis, es la serie de nombres que acompañan a las distintas “operaciones”. Así, “Operación Sancho Panza” para desarticular una banda que secuestraba a chicas rumanas para que ejercieran la prostitución. “Operación Blancanieves” y luego “Operación Camelot” para una acción antidroga. Hay algo pueril y novelesco o peliculero en esas denominaciones. Pero, en fin, no hacen mal a nadie. Los policías son como niños grandes.
 
Borja Cabeza Gil-Casares sostiene que los pacientes que son tratados por los médicos deberían ser clientes. El primer término lo considera una “aberración”. No será tanto. El paciente no es porque deba tener paciencia sino porque sufre. Por eso es atendido. Bien es verdad que, antes de ser diagnosticado o internado, lo de cliente le va mejor. Da la impresión de que, si uno es paciente, tiene más derechos.
 
Arturo Zeugnam se enfada conmigo porque soy condescendiente con los leístas, los loístas y los laístas. Hombre, hay grados en esos errores, tan corrientes por otra parte. Sobre todo el leísmo avanza con decisión. Cervantes era a veces leísta, acaso por residir en Valladolid. Digamos que es una de tantas manías léxicas, pero que tiene su gracia. A mí me gusta mucho el “castíguesemele”, aunque quizá esté mejor dicho el “castíguesemelo”. Yo no suelo ser muy leísta, pero disfruto con el habla de algunos amigos de Burgos, de Palencia o de Valladolid con ese castellano que “le hablan” con tanto donaire. No hacen mal a nadie.
 
María Bastida Domínguez se siente incómoda con la voz extrovertido, que oye por todas partes. No se soliviante. Es correcto decir extroversión y extrovertido. Personalmente, me siento más cómodo con “extraversión” y “extravertido”, pero todo va en gustos. Y eso que la locución “ir en gustos” no la traen los diccionarios, pero usted me entiende. El oído es lo que cuenta.
 
Míkel Gómez Urkijo aporta un matiz a la discusión sobre la validez de expresiones como detrás mío. No cabe el posesivo de un adverbio, aunque sí de un sustantivo. Por ejemplo, dice don Míkel, “al lado mío”. Tiene razón. Sin embargo, la realidad se impone sobre la lógica gramatical. Acabaremos diciendo todos “detrás mío”. Mucha gente culta la emplea de ese modo. Todo es cuestión de esperar 30 años más. Quién los pillara.
 
Illya Kuryakin se lamenta de que en muchos folletos oficiales o de grandes empresas, como Microsoft, se recrean con algunas jotas improcedentes. Por ejemplo, dice, elije o escoje.  No me escandaliza solo la jota en lugar de la ge, sino esa manía de tutearnos que tiene la forma imperativa en muchos avisos públicos o en frases publicitarias. Recuérdese el “vota” de las campañas electorales. La publicidad comercial abusa cada vez más del tuteo. Los niños ya no saben hablar de usted. Por ese lado nos alejamos de la mayoría hipanoamericana (y canaria).
 
 

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