Menú
Amando de Miguel

Neologismos

La voz "matrimonio" se aplica mal a una pareja de homosexuales. Por otro lado, maravilla el alto prestigio de la institución matrimonial cuando los homosexuales quieren pasar por ella.

Fernando Herreros se queja de que la Real Academia haya rechazado el vocablo homomonio para designar "la unión [jurídica] de dos personas del mismo sexo". Lo lamento yo también. Se trata de un neologismo necesario. A nuevas realidades, nuevas palabras. Homo = semejante. Munus = donación, obligación. No deja de ser curioso que en la etimología de matrimonio figure la voz "mater" (= madre). Se trataba de una fórmula jurídica para asegurar que las mujeres pudieran tener hijos y cuidarlos en condiciones óptimas. Por eso mismo la voz "matrimonio" se aplica mal a una pareja de homosexuales. Por otro lado, maravilla el alto prestigio de la institución matrimonial cuando los homosexuales quieren pasar por ella.

Agustín Fuentes critica el uso que hace Mariano Rajoy de "buena gente" para calificar a un solo individuo. Don Agustín opina que esa fórmula es un "esperpento, lastimosa, deprimente, imprecisa, blanda y repelente". Yo, desde luego, no he recurrido nunca a ella, pero me rindo ante la realidad. Es un americanismo que se ha introducido con cierto éxito en el español de España. No hay razón para rechazarlo por mucho que, de momento, pueda rechinar un poco a los castos oídos ibéricos. Lo de "buena gente" aplicado a un solo individuo tiene la ventaja de recuperar el sentido ponderativo de "gente". En latín sine gente era lo mismo que decir de alguien que no era de buena familia. El "Derecho de gentes" era el común a los pueblos civilizados. Desgraciadamente, la expresión "buena persona" ha quedado muy deteriorada; es tanto como decir que se trata de un individuo bastante desgraciado o pusilánime. En ese caso "buena gente" supone una inyección de autenticidad. Yo todavía no lo veo así del todo, pero lo veré, y don Agustín también lo verá. Con la inmigración ultramarina que tenemos en España se impone la importación de muchos americanismos.

Don Agustín me recuerda que él me propuso el adjetivo internético. Preciso es reconocer el hallazgo. Es una palabra que se necesita. ¿Pues no son internéticos estos libertarios?

Don Agustín se extasía ante una nueva palabra, el pongotodo, un cajoncillo para poner toda suerte de cosas. Añado que tenemos esas bandejas o cestitas llamadas vaciabolsillos que cumplen una función parecida.

José Juan Martín (Madrid) comenta el terminacho de moda "reunificación de deudas como solución provisional para los que, con espíritu de cigarra, gastan más de lo que ganan y se endeudan hasta las cejas". Siento tener que decir que yo mismo me incluyo en ese espíritu de cigarra que describe críticamente don José Juan. No obstante, las deudas acumuladas han servido para constituir un aceptable patrimonio. Pero a lo que voy. Don José Juan se lamenta de que el neologismo en cuestión no sea muy feliz. En efecto, las deudas no se "reunifican" en una sola puesto que antes no estuvieron unidas. Bastaría con "unificación". No sé cómo explicar el éxito del terminacho. Si acaso se aloja en la corriente de los muchos nuevos términos del mundo de los negocios que se apuntan al prestigio del prefijo re. Veamos: reconducir, renegociar, reactivar, reajustar, reasignar, reclasificar, recomprar, reconfigurar, redistribuir, reembolsar, reestructurar, refinanciar, regularizar, etc. Todo parece indicar que, con el re por delante, las medidas son más reconstituyentes, la conducta es más reflexiva, el final es más retributivo.

P. López Ladrón (Sevilla) ha recogido un utilísimo neologismo coloquial que se da en Cádiz. Es el adjetivo cojopendo para indicar algo excepcionalmente bueno.

Joaquín Jiménez Fragoso (Cáceres) se pregunta si es correcto que en español digamos Gotemburgo para designar la ciudad de Góteborg. Me parece muy bien, por lo mismo que en español decimos Amberes, Aquisgrán, Londres, Burdeos o Lérida. Es claro que en los idiomas originales esas ciudades se llaman de otra forma. Esa capacidad de traducir algunos topónimos confiere una gran dignidad al idioma original.

José María Navia-Osorio ha oído por la televisión que a una víctima de un accidente automovilístico tuvieron que "excarcelarla", en el sentido de extraerla de entre los restos del vehículo. Para don José María esa acción tendría que ser "excarcerar" a la pobre víctima. Su lógica es que, en la jerga médica, incarcerar es aprisionar de manera anómala alguna hernia, intestino, etc. Luego excarcerar tendría que ser lo contrario, liberar de esa presión. La lógica me parece correcta, pero desgraciadamente los lexicones no recogen esa voz de excarcerar; la podríamos proponer a partir de la sugerencia de don José María.

En Sociedad

    0
    comentarios