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Amando de Miguel

Neologismos y arcaísmos

A lo largo de estos comentarios se puede observar una constante. Es la resistencia popular a los barbarismos y neologismos. Mi parecer es que no hay que hacer ascos por sistema a la introducción de nuevas palabras. Hoy proceden generalmente del inglés, pero hace siglos provenían del árabe. Precisamente la mayor potencia del castellano frente a los otros romances peninsulares fue la decisión de alejarse un poco más del latín primigenio y aceptar el habla de las gentes del pueblo. Era la lengua que empleaban para platicar con sus vecinos. Los neologismos son invenciones de nuevas palabras. Deben aceptarse cuando se imponen en el habla, pero solo cuando responden a nuevas realidades para las que no existen voces castizas. Es conveniente que las nuevas palabras se acomoden en lo posible a su vinculación con voces griegas o latinas. Por ejemplo, yo explico la asignatura de "Sociología de la edad" y escribo abundantemente sobre el asunto. Necesito una nueva palabra, el adjetivo de "edad". Decido introducir etáneo, que proviene tranquilamente del latín. Si ya decimos "coetáneo" (de la misma edad) no veo por qué no se va a poder decir "etáneo" (referido a la edad). Un neologismo que se impone en los tiempos que vuelen es agendar, la operación de introducir un dato en la agenda. Es tan sencilla como necesaria.
 
Ninguno de los dos ejemplos citados viene en los diccionarios de uso. Aprovecho la ocasión para resaltar la utilidad de dos lexicones poco comunes que son otras tantas fuentes para resucitar arcaísmos o para descubrir neologismos.
 
En primer lugar tenemos el Diccionario del castellano tradicional de César Hernández Alonso y colaboradores (Ámbito). Recoge 17.500 términos utilizados en el medio rural de Castilla y León, y que se consideran perdidos por las generaciones jóvenes. Muchos términos pertenecen a la esfera campesina pero no pocos se refieren a las relaciones personales. Es un admirable trabajo lexicográfico que completa los diversos Atlas dialectales que se han levantado en distintas regiones y comarcas.
 
Los neologismos se recogen en otro interesante trabajo, el Nuevo diccionario de voces de uso actual de Manuel Alvar (Arco / Libros). En este caso suelen ser voces usuales que se manejan con soltura en el ambiente urbano, en los medios de comunicación, en las jergas de algunas ocupaciones. Predominan los neologismos procedentes del inglés. Dentro de algunos lustros los términos nuevos que mejor resistan el paso del tiempo serán incorporados al DRAE. Algunos otros tendrán una vida efímera. En ese caso los guardaremos para entender los documentos de la época. Como ejemplo de esos términos episódicos se puede citar el verbo bacigaluparse (="tomar las actitudes del magistrado del Tribunal Supremo español Enrique Bacigalupo"). Ese término no aparece en el –por otra parte tan completo– diccionario de palabras ligadas a nombres propios de Consuelo y Celeste García Gallarín (Deonomástica hispánica, Editorial Complutense). Tampoco se recoge felipismo, aznarismo o zapaterismo. Nada como los allendesalazaristas de La Restauración.

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