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Amando de Miguel

Nombres propios y apropiados

Hace unos días no tuve más remedio que tomar un tentempié en Bocatta y mientras esperaba llegase mi pedido tuve que soportar durante unos pocos minutos, pero intensos, a una mamá y su crío, el cual hacía honor a su nombre: Asdrúbal.

María Dolores Muyor González da cuenta de algunos de los nombres que se ponían a los niños en la comarca de donde procede su marido (entre León y Palencia): Heraclio, Fausto, Higinia, Eulogio, Melchora, Celerina, Nicerata, Primitiva y Simplicia.

Rosa Lucas Barata me cuenta una historia del Registro Civil. Se inscribe el nombre de una niña: Iloviyuni. Por lo visto, el padre se había prendado de una camiseta de Nueva York que rezaba: I love you, NY. Era el nombre para la chica, pronunciado en vernáculo.

Fermín Sarasate me deleita con algunas historias familiares. Las transcribo para general disfrute:

Unos familiares míos tenían una finca en Aragón. El matrimonio de guardeses que cuidaban de todo aquello se llamaban Pilar y Pilar, y no era una pareja de lesbianas, ya se puede imaginar. El caso es que un día, el patrón llama a don Pilar y le comenta: "a ver cómo cree usted que podemos arreglar esto, Pilar, porque no hay forma de distinguir entre usted y su mujer cuando les llamamos". El hombre, orgulloso de su nombre, lo tuvo claro y dijo una frase que ya es famosa en la familia: "a mí Pilar, a ésta María".

Un primo de mi abuelo se llamaba Camino. Don Camino tenía una personalidad arrolladora, era un tío estupendo.

Unos amigos míos tienen un tío a quien llaman tía. Así, a secas. Dicen "la tía", sin nombre, y toda la familia sabe quién es la tía. Parece que algún sobrino, siendo muy pequeño, cuando empezó hablar tuvo uno de esos gazapos que tienen los niños, y le llamó tía en lugar de tío, con tan mala (o buena) suerte que varios oyeron al niño, y la gracia quedó ya para siempre. Me consta que "la tía" está encantado.

Me entretienen mucho, don Amando, las curiosidades que nos cuenta de tantos lugares de nuestra piel de toro. Curiosa España, llena de pequeñas cosas que la hace grande. No me acuerdo muy bien de cómo era la frase esa... "España y yo somos así, señora", o algo parecido, ¿no?

Añado que la famosa frase "España y yo somos así, señora" es de Eduardo Marquina, En Flandes se ha puesto el sol.

Carlos Pedraz Calvo recuerda a su tío Venancio, director de una sucursal bancaria en Osorno (Palencia). Los tres empleados que tenía se llamaban Agapelio, Sérvulo y Quinidio. Para un relato de Camilo José Cela.

Enrique (no quiere dar el apellido para que no se den por aludidas las personas que cita) "certifica que conoce a un Tiburcio y a un Mamerto". De un tercero no recuerda el nombre pero sí los apellidos: Ranchero Guapo. Hace unos días conocí a una simpática política riojana apellidada Arruga Segura. Su cara era tersa, sin una arruga.

Juan María Almeida (Villanueva de la Serena, Badajoz) me envía esta valiosa crónica sobre la onomástica de su tierra:

Le escribo para contarle que en la ciudad donde trabajo actualmente, Villanueva de la Serena, no es inhabitual el nombre de Pilar para varón, habiendo una vez contado en mi Oficina hasta 4 Pilares varones en el mismo patio de operaciones, uno de ellos mi compañero y amigo Pilar, que siempre dice que Pilar es masculino, pues el femenino sería columna. En otro orden, es habitual poner Santano a los niños que nacen el 26 de Julio, el día de Santa Ana, patrona de una de las cofradías más importantes de Villanueva de la Serena. Y para qué hablarle del fallecido D. Lirio, valenciano de nacimiento y villanovense de adopción o de D. Trinidad, en Navalvillar de Pela.

Federico Javier Bernad Morales aporta nombres poco frecuentes de personas que conoce: Eutiquio, Eutiquiano, Sandalio. Luego, en su tarea de profesor, ha tenido que verse con Yerais, Jessicas y Jennifers. Por último la inspiración ecuatoriana ha traído nombres como Bryan Edison o Evelyn. Aunque nada como Tamara, Ismeray Paula, Samuel Cooper o Rommel Bayardo. Insisto en que esto de los nombres propios es un espectáculo.

Julio Casanova me proporciona una explicación de por qué, en la vida rural española, se inclinaban por poner los nombres más raros del santoral. Se trataba de contrarrestar la tendencia a los motes hirientes. Me parece muy interesante esa interpretación. Añade don Julio:

Hace unos días no tuve más remedio que tomar un tentempié en Bocatta y mientras esperaba llegase mi pedido tuve que soportar durante unos pocos minutos, pero intensos, a una mamá y su crío, el cual hacía honor a su nombre: Asdrúbal.

Rocío del Río Velázquez está escribiendo un trabajo sobre nombres raros. Me pide bibliografía sobre el particular. La desconozco. La cuestión ha surgido en este rincón un poco por azar, como espontánea comunicación de los libertarios. Espero que alguno de ellos me haga llegar alguna pista bibliográfica sobre tan curiosa cuestión. Se me ocurre que la forma de investigarla sería ir directamente al Registro Civil.

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