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Amando de Miguel

Ortografía y sintaxis

Da gusto comprender el español de ambos hemisferios, si se me permite remedar a los autores de la Constitución de Cádiz, de 1812.

Carlos Andrés Zelaya (Tegucigalpa, Honduras) se suma a mi parecer. "No podemos dejar la lengua solo a los lingüistas, como no podemos dejar la política a los políticos". En ambas empresas me he embarcado con los riesgos consiguientes. Don Carlos Andrés se congratula de mi opción sobre el carácter plural del verbo en frases como "un centenar de personas se manifestaron". Da gusto comprender el español de ambos hemisferios, si se me permite remedar a los autores de la Constitución de Cádiz, de 1812.

Carlos Sancho de la Calle (Jerez de la Frontera, Cádiz) anota que en un anuncio de la tele se dice "mucho hambre". Pues mal dicho. "Hambre" es del género femenino. La razón es que procede del latín fames (= hambre), que también es femenino. La confusión procede de que la voz empieza por una A tónica, en cuyo caso, para evitar la cacofonía, se dice "el hambre", pero el sustantivo sigue siendo femenino. Esa regla no se sigue con los adjetivos o los adverbios. Por tanto, debe decirse "mucha hambre", "la misma hambre", "la angustiosa hambre".

Isabel Gea observa la moda actual de decir "buena gente" para referirse a una persona; me pregunta si es correcta. Por lo general, la gente se refiere a un conjunto de personas, aunque la voz sea femenino singular. Ahora bien, se admite el coloquialismo de "buena gente" para referirse a una sola persona. Es un americanismo que ha entrado con fuerza en España. Yo no lo empleo nunca en ese sentido, pero no voy a poder resistirme ante los usos establecidos.

César Rodríguez Docampo entra en la polémica sobre si se debe decir "desde mi punto de vista" o "bajo mi punto de vista". Don César contradice mi aserto de que es mejor el desde; él se inclina por el bajo. Razona que "el punto de vista condiciona mi visión de la realidad, luego estoy bajo él, estoy sometido a él". No estoy de acuerdo. El punto de vista es la porción mínima del espacio en la que el rayo principal corta el plano óptico. Es claro que yo veo las cosas desde ese punto y desde ese plano. No se colige cómo puedo sentirme por debajo de esa realidad geométrica. De un modo analógico, el punto de vista equivale a la forma de considerar las cosas sobre las que se opina. También en ese caso, la opinión se emite desde un plano, no bajo el mismo.

José María Navia-Osorio (médico asturiano) es también partidario de la fórmula "bajo mi punto de vista". Su argumento resulta curioso: "A mí me suena mejor bajo, pero a lo mejor es deformación profesional por aquello del microscopio o de observar desde arriba al paciente tumbado en la camilla".

Ignacio Frías me comunica que la expresión "mendrugos de pan" ─que sale en una información de LD─ es un inútil pleonasmo, pues "¿de qué van a ser los mendrugos sino de pan?". Tiene razón don Ignacio, pero el pleonasmo también puede ser útil. Por ejemplo, en lugar de "tiene razón", podría yo decir "tiene toda la razón". Aprovecha la ocasión don Ignacio para recordarme una lista de "expresiones redundantes", que son más bien pleonasmos:

  • hijo primogénito
  • querella criminal
  • cien kilos de peso
  • utopía inalcanzable
  • divisa extranjera
  • erario público
  • peluca postiza
  • accidente fortuito
  • discriminación negativa
  • medio ambiente
  • beber líquidos
  • aterido de frío

Sin embargo, repito, los pleonasmos pueden ser útiles para dar énfasis a la oración correspondiente. Por ejemplo, no es lo mismo un accidente debido a un rayo que a una conducta negligente, aunque ambos accidentes parezcan fortuitos. Ahora se habla seriamente de "discriminación positiva" (la que se hace con buen fin, para ayudar a un grupo minoritario), por lo que tiene algún sentido referirse a la "discriminación negativa". Es una moda retórica hablar de "utopías" en el sentido de objetivos deseables y en parte posibles, al menos como tendencia. Por tanto, lo de "utopía inalcanzable" puede que resulte de alguna utilidad. Un evidente pleonasmo es referirse a las "exequias fúnebres", aunque sería mejor decir exequias "funerales" o "funerarias". Pero lo fundamental es que ese pleonasmo contribuye a realzar el carácter solemne que tiene el rito funerario.

Uno de los pasatiempos favoritos de los libertarios es protestar apasionadamente por mi incorporación a la hueste de escritores que eliminan la tilde de solo (adverbio). Mª Carmen Gisbert redarguye que, por la misma razón, habría que eliminar la B, la V (a elegir) o la H. No es lo mismo. La eliminación de la tilde en "solo" obedece a mantener la norma general de que las palabras graves terminadas en vocal no se acentúan. Prescindir de las haches, sustituir la V por la B o la K por la C en el sonido correspondiente son reformas tan utópicas como confusas y baldías. Entiendo que se pueda confundir "solo" cuando es adverbio o cuando es adjetivo, pero la lengua está llena de ese tipo de confusiones y nadie se echa para atrás. Pretender un idioma sin algún tipo de vacilaciones es tarea vana. Así que no me bacilen más, queridos libertarios. Incluyo en el apóstrofe a José Mª Navia-Osorio, quien, después de un largo requilorio gramatical, concluye: "Bueno, lo dicho: solo, adjetivo, no lleva tilde y sólo, adverbio, sí lo lleva. A cabezón no se me gana fácilmente". Don José María, tiene usted perdida la batalla, aunque solo sea una escaramuza en esta guerra incruenta en la que me siento bastante solo. Otro libertario contumaz, Carlos M. Padrón remacha que seguirá poniendo un acento en el adverbio sólo. El argumento es moral: "Lo considero un deber para el lector y un acto de respeto hacia mí mismo". Por ese camino llegaremos a la inmolación ortográfica.

Miguel A. Centenero Gallego hace un alegato más convincente. Mi opción de aplicar la norma general de acentuación a la voz solo debería extenderse a la eliminación de otros acentos inútiles, como en mi, se o tu. No lo había pensado, pero es posible que a la larga también haya que eliminar esas tildes un tanto protésicas. Lo verán mis biznietos, si es que para entonces existe la ortografía.

Miguel A. Taboada (Losar de la Vega, Cáceres) observa con alarma "la tendencia a expresarse en tiempo presente cuando se refiere a hechos del pasado más o menos reciente". A mí también me disgusta. Es una práctica que quizá proceda del periodismo, donde el tiempo presente da más realismo e inmediatez a los sucesos. También aparece en muchas novelas actuales. No es un error sintáctico pero sí una inelegancia del estilo. Claro que, a veces, es un recurso estilístico de mucho efecto. Por ejemplo, la Pasión de Cristo, contada en tiempo presente, acentúa su dramatismo.

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