Una vez más, las polémicas políticas que suscitan los lectores superan en interés a las que podamos mantener los comentaristas entre nosotros. Eso es lo que se llama interactividad.
A Juan Luis Valderrábano López le llama la atención el análisis que yo he hecho en alguna tertulia sobre el origen de la bandera española. Se asocia a los colores rojo y amarillo de la Corona de Aragón y de los almogávares. La bandera española lo fue de la Armada desde finales del siglo XVIII. Las banderas nacionales son símbolos característicos de las naciones modernas. Antes de las naciones políticas en su sentido moderno había solo coronas, ducados y otros títulos asociados a dinastías. En esa situación tradicional las banderas eran más bien estandartes de familias reales o nobles. Como contraste, las banderas nacionales representan la idea de la igualdad política. Sólo en los movimientos de tipo fascista, racista o similares la bandera nacional se ve sustituida por la insignia del partido correspondiente, como en el caso ostentoso de la Alemania nazi. Quien sostenga hoy que la bandera nacional es irrelevante se muestra incapaz de comprender la idea de nación asociada a la igualdad. La bandera nacional hace solidarios los actuales habitantes de un Estado con los que vivieron en él durante épocas anteriores y los que vivirán después. Esa identificación lo es con independencia de las ideologías de cada uno o dominantes en cada momento. Por eso mismo asociar la bandera nacional en España con la derecha, y no digamos con el franquismo, es la expresión de la idiocia política.
Carlos Arbide documenta que la ikurriña fue inicialmente la bandera del PNV vizcaitarra. Se acompañaba de la leyenda Jaun Goikoa eta Legizarra (= Dios y fueros). De ahí vino lo de Jelkides para designar a los padres de la patria vasca. Añado que la inicial <J> alude precisamente a los jelkides y está en las iniciales del PNV en euskera: EAJ. No deja de ser una reminiscencia clerical o sacral que los símbolos del PNV se haga tan explícito el valor de la doble cruz de la bandera o el nombre de Dios (= Jaugoikoa o Señor de lo Alto).
José Mª Navia-Osorio no se explica cómo puede ser tan torpe el presidente Zapatero al no promover algunas medidas sensatas para enfrentarse a la crisis económica. "Lo más lógico, en mi humilde opinión, sería recortar el gasto público y no aumentarlo", incluyendo la congelación del sueldo de los funcionarios. En su lugar, Zapatero sube los impuestos. "Supongo que subirá el IVA, que es lo más rentable [para el fisco]. Pero lo más bonito que he oído en los últimos días es lo de la comisaria de Agricultura de la Unión Europea". Quiere que los funcionarios vayan a las granjas para que sepan lo que es trabajar en el campo". Don José Mª recuerda una utopía parecida en los tiempos revolucionarios de Mao o de Fidel Castro.
Enrique de Aguinaga, colega de la Complutense, me envía un recuerdo de Joaquín Ruiz Giménez con ocasión de la muerte de esa eminente figura del franquismo y de la oposición democrática. La memoria recoge el momento solemne en el que se trasladan los restos de José Antonio Primo de Rivera desde El Escorial al Valle de los Caídos. Don Enrique era uno de los que, por turno, llevaban las andas del féretro. Ruiz Giménez (a la sazón ministro de Educación Nacional) le pide, emocionado, que le ceda un momento su lugar en las andas para que su hijo tuviera el honor de acompañar a "uno de los grandes hombres de la Historia de España". Mi recuerdo tiene menos emoción pero la misma sorpresa. Se trataba de una cena conspiratoria o de confraternidad entre los colaboradores de Cuadernos para el Diálogo y los del diario Madrid en 1969. A la sazón yo colaboraba ocasionalmente en ambos medios, feroces críticos contra el régimen. Allí estaba toda la plana mayor de los que, pocos años después, iban a ser los prohombres de la Transición democrática. La cena se celebraba en un reservado de La Criolla y la presidían Rafael Calvo Serer y Joaquín Ruiz Giménez. Don Joaquín pidió la palabra para solicitar a los concursantes que, en las conversaciones subsiguientes, ante todo "se respetara la figura excelsa del jefe del Estado". Curiosa forma de conspirar contra el régimen.
Miguel A. Taboada me envía un recorte anónimo en el que se hace una disección de la figura de Obama. Al leer ese análisis se me abren las ventanas de la azotea. Es una disección que podría aplicarse a Zapatero con idénticos resultados. Desde luego, ambas figuras están condenadas a entenderse. Veamos el paralelismo de esas dos criaturas a través del octólogo que plantea don Miguel A.:
- Representan tipos huesudos, caquécticos, con brazos largos, mirada al infinito, sonrisa beatífica.
- Ninguno de los dos se ha ganado la vida en una profesión o vendiendo algo.
- Los dos cultivan la rara cualidad de que están de acuerdo contigo; luego lo que cada uno de ellos haga será otra cosa.
- Ambiciosos ambos, les viene pequeño su propio país, aunque no hayan viajado de forma regular por ningún otro.
- Su única idea política es que hay que elevar mucho más el gasto público.
- Los asesores de ambos pertenecen a una ideología contraria al capitalismo y a la empresa privada, no tanto socialista como "progre" (en el sentido español del término).
- Los problemas económicos que se pueden plantear en los respectivos países Obama se los carga a Bush y Zapatero a Aznar.
- Lo más probable es que (si los respectivos pueblos no lo remedian) antes de que termine el año 2012 tanto Obama como Zapatero ganen otra vez las elecciones en medio de una profunda crisis económica.