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Amando de Miguel

Preferencias léxicas

Lo diré por penúltima vez. El léxico común admite preferencias. No basta solo con asegurar que una forma es correcta. Por ejemplo, se escribe “orfanato”, no “horfanato”, aunque se diga “huérfano”. Esa es la fase de la ortografía por la que todos debemos pasar con humildad. Pero luego viene el aspecto de las preferencias. Simplemente, una palabra suena mejor de una forma que de otra.
 
Pedro Jiménez me sugiere que me nombren asesor lingüístico de TeleMadrid, ahora que empieza Germán Yanke a dar sus lecciones de buen periodismo. No me necesita de esa guisa, pues el de Bilbao, por unamuniano, es un enamorado de la lengua común de los españoles. Solo como recordatorio se me ocurre enviarle el siguiente “octólogo” del buen decir ante las cámaras de televisión. (1) No empezarás nunca una noticia con una “y” copulativa, a menos que sea necesario. (2) No dirás nunca que los “niños” son los “más pequeños”. (3) Evitarás el parpadeo sistemático antes de dar paso a otra imagen. (4) No aludirás a que la lluvia o cualquier otro meteoro “hace acto de presencia”. (5) No recurrirás al odioso oxímoron de “calma tensa”. (6) Recordarás que las “víctimas” no son solo los muertos, sino los heridos, los dañados, personas o animales. (7) No abusarás de la voz “ciudadanos”. Para referirse a Madrid capital o a Navalcarnero bien valdrá decir “vecinos”. (8) No hablarás de “deflagración” como si fuera una gran explosión, puesto que la deflagración supone una llamarada sin explosión. Podría continuar hasta diez, por remedar lo de Moisés, pero valga la ilustración. Por cierto, un ilustre cronista político habló el otro día de que “el primer Mandamiento es no matarás”. Otro se refirió tranquilamente a “los doce Mandamientos”. Todo eso en la COPE de mis gozos.
 
Manuel Tebas me plantea qué es mejor, cártel o cartel, para referirnos a un conglomerado empresarial. Caben las dos formas, pero a mí me va más la segunda. Lo de cártel queda un  poco pedantillo.
 
No voy a insistir más en las preferencias por “correo electrónico”, “e-mail”, “imeil” o “emilio”. Ninguna de las voces me satisface. “Correo” es el mensajero y también el escrito que transporta, pero durante milenios ha sido de papel o similares. El adjetivo “electrónico” no me parece adecuado para dar a entender la nueva naturaleza “virtual” del mensaje a través del ordenador. Lo de “e-mail” o “imeil” son términos perezosos. El hablar de “emilios” es por chanza. Francamente, no sé cómo vamos a salir del laberinto. Christián Uceda cree que lo de “emilio” es una conjura. Me gustaría saber de quién.
 
Por influencia del catalán, algunos castellanoparlantes confunden las acciones “ir” y “venir”, o también “sacar” y “quitar”. Me señala el escollo Pedro Escribano. Las distinciones son facilísimas. Es claro que la acción de “ir” es hacia otro lugar, mientras que “venir” indica el movimiento desde otro lugar. Solo se puede “sacar” lo que está metido en algún sitio, mientras que la operación de “quitar” es respecto a algo que está puesto. Así pues, uno se puede quitar el sombrero, si es que lo tiene sobre la cabeza, pero no puede sacárselo de esa posición. En cambio, el mago saca un conejo de la chistera. Aun así, tiene cierta gracia lo de “sacarse el sombrero” que dicen algunos catalanes. Más confuso es lo de “ahora venimos” (a donde tú estás) en lugar del “ahora vamos”.
           
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