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Amando de Miguel

¡Qué difícil es entenderse!

Cada día tengo más claro que el idioma no se hizo para entendernos sino para discutir. Me paso los días aclarando lo que he dicho o rebatiendo lo que dicen que he dicho. Por otra parte, se trata de una tarea la mar de interesante.

Cada día tengo más claro que el idioma no se hizo para entendernos sino para discutir. Me paso los días aclarando lo que he dicho o rebatiendo lo que dicen que he dicho. Por otra parte, se trata de una tarea la mar de interesante. Varias veces he afirmado en público que las Universidades españoles están a la cola de una larga lista de las más eficientes del mundo. Ese hecho me parece vergonzoso porque en España tenemos Universidades desde la Edad Media. Pues bien, Miguel Ángel García Martínez me escribe un detallado mensaje para indicarme que esa afirmación mía no es cierta cuando nos referimos a los departamentos universitarios de tipo científico. En cambio, don Miguel Ángel critica la situación de la carrera de Derecho (donde él profesa, supongo). Aduce, por ejemplo, que "la carrera está llena de asignaturas inútiles, como Romano, Canónico, Teoría General del Derecho, Derecho Internacional Público y Privado, Filosofía del Derecho, Derecho Natural, etc., etc.". Si así opina un profesor de Derecho de Salamanca, entiendo por qué las Universidades españolas están a la cola de las del mundo occidental. Así que reafirmo mi declaración primera sobre el lastimoso estado de nuestra enseñanza universitaria. No salgo de mi asombro que se pueda decir hoy en Salamanca que el Derecho Romano o el Internacional sean asignaturas inútiles.

He recibido muchos comentarios de la entrevista que me hizo Gonzalo Altozano en Intereconomía. Resalto uno de Agustín García Bielsa. Dice: "Me pareció (oír) que le preocupaba merecer a Dios. ¿Quién de nosotros lo puede merecer?". No creo que dijera lo de "merecer a Dios". Comprendo que el formato de una entrevista espontánea no es el mejor para que uno explique sentimientos tan inefables como la relación con Dios. Mi idea es que contrapongo la actitud del fariseo y la del publicano en la parábola de San Lucas. El fariseo presume de creer en Dios, de sentarse ostentosamente en los primeros bancos de la sinagoga. El publicano (un hombre sencillo) considera que lo decisivo es que Dios crea en él. Para lo cual el publicano se esfuerza en su religiosidad interior, sin exhibiciones. Pues bien, simplemente me identifico con el publicano del Evangelio. No se me pasa por la cabeza merecer a Dios, sino que me inquieta que él crea en mí. Para lo cual debo esforzarme en ayudar al prójimo empleando mis talentos.

Maribel Torbeck me cuenta que en Denver toda la ciudad se prepara para celebrar el Memorial Day (el Día de los Caídos). Es una celebración cívica con banderas, tartas, flores y demás parafernalia en la que participa todo el mundo. Es evidente el contraste con nuestro Día de los Caídos, que no existe. Todo lo más consiste en un acto oficial en un recinto castrense. Está claro que algunas instituciones no pueden traducirse de una cultura a otra. Espero verme con doña Maribel este verano. Ella viene con su familia a Pozuelo y nosotros vivimos en Villalba. Quiero que compruebe que en nuestra casa está la bandera española, la norteamericana y la de Texas.

José Antonio Martínez Pons añade que, junto a mi crítica sobre el pésimo gusto de las iglesias construidas recientemente, está el adefesio del arte contemporáneo. Cita, por ejemplo, la cúpula de su paisano Barceló. Estoy de acuerdo en lo de la cúpula famosa. Es sencillamente horrenda. Pero también hay buenas muestras en el arte contemporáneo. La crítica general que podemos hacer a las nuevas corrientes artísticas es que se preocupan demasiado por hacer lo nunca visto, la novedad radical. Es decir, se trata de llamar la atención como sea. Alguna vez se separarán los cabritos de los corderos. Espero que sea antes del valle de Josafat.

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