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Amando de Miguel

Rasgos culturales

Todavía más ambiguo es el gesto de aparente cortesía del viandante que decide acompañar al forastero hasta el lugar por el que pregunta. La cortesía es solo aparente, porque la verdad es que el indígena no sabe explicar cómo se llega a ese lugar.

El culto a la apariencia es tan firme en la cultura española que sinvergüenza es un gran insulto. Quien carece de vergüenza no se siente en ridículo ante las situaciones comprometidas. A pesar de los rasgos de apasionamiento y oficiosidad, se admite el elogio de la mesura, la contención. "Tú, tranquilo", es frase hecha. En el caso extremo se admira la táctica del tancredismo (= impasibilidad ante las agresiones; otro término taurino). Responde al consejo de "sosegaos", que daba Felipe II a sus ardorosos servidores.

La cultura española no aparece volcada hacia los valores de trabajo y esfuerzo como la de los países occidentales de tradición protestante. Por mucho que España sea ya un país desarrollado, sigue pesando en el habla la inercia de un pueblo de hidalgos. El job de los norteamericanos, siempre tan lábil, en España aparece como puesto de trabajo, con ese "puesto" que más parece una imagen militar. No digamos cuando se habla de tomar posesión de un puesto de trabajo en propiedad. Menos mal que por lo menos ya no se alude al destino (= el puesto de trabajo seguro y de por vida). Los españoles sospechan que el trabajo traba, esto es, dificulta la vida. Más todavía cuando en la parla coloquial se habla de curro, un trabajo rutinario y poco apreciado.

Una voz de resonancias eclesiásticas es el verbo conciliar. En su día correspondía al esfuerzo de los que discrepaban hasta lograr entenderse. Ahora se dice, sin más, para aludir a la forma de simultanear el trabajo con el ocio o con las tareas domésticas. A propósito, la centralidad del ocio es tan clara que la dedicación profesional puede denominarse negocio (= lo que no es ocio). Bien es verdad que ese engarce de significados procede del latín.

Es fácil acordar que la lengua sirve para poder situar las imprescindibles coordenadas de espacio y tiempo. Hay adverbios de lugar y de tiempo, los verbos permiten expresar el pasado, el presente y el futuro. Todo eso está muy bien, pero el habla introduce numerosos correctivos culturales.

Por alguna misteriosa razón que desconozco los españoles tienen alguna dificultad para expresar la manifiesta inseguridad que significa el tiempo futuro. Incluso en el lenguaje culto de los historiadores se acude muchas veces a un extraño futuro para indicar el tiempo pasado: "Carlos V acabará con los comuneros".

Baila popularmente la noción de probabilidad, de tal modo que, si toca la lotería en una ciudad, muchos consideran que en el próximo sorteo se volverá a repetir la suerte en el mismo lugar. Es un contradiós estadístico. La inseguridad respecto de un suceso futuro se expresa muy bien por "debe de ser". Pero son muchas las personas que truecan esa expresión de probabilidad por el "debe ser", que es una seguridad moral. Es decir se mezclan los deseos con las posibilidades. En el norte de España se utiliza mucho el "igual" para significar casi lo contrario: "lo que está por ver, quizá, tal vez".

Al español medio le resulta muy difícil describir las coordenadas espaciales. No es una cuestión de conocimiento, sino una consecuencia de la intromisión de lo fantasioso. A los escolares nos decían los profesores que las definiciones no pueden empezar con la cláusula "es cuando...". En el habla coloquial es sintomática la muletilla de "lo que es" para describir la difusa realidad de una parte del mapa. Todavía más ambiguo es el gesto de aparente cortesía del viandante que decide acompañar al forastero hasta el lugar por el que pregunta. La cortesía es solo aparente, porque la verdad es que el indígena no sabe explicar cómo se llega a ese lugar. El GPS ha sido una bendición para los españoles.

En el habla culta (incluida la jerga del politiqués) son muy corrientes las referencias a las imágenes espaciales. Por ejemplo:

  • cúpula [de los partidos, los jueces, etc.]
  • configuración
  • construcción [de la realidad]
  • deconstrucción [= análisis]
  • territorio
  • área
  • marco
  • horizonte
  • ámbito
  • global
  • profundizar

La ventaja de esos términos es que suelen ser tan difusos que permiten envolver retóricamente al interlocutor o a la audiencia. No se olvide que el habla por parte de los hombres públicos (en su más amplio sentido) supone la superior capacidad de engañar. El engaño no es más que la mentira con apariencia de verdad. El arte de engañar es dificilísima; sus reglas son secretas.

La consideración de la lengua como habla permite observar otro hecho. Estamos ante el español, una lengua extraordinariamente dinámica, que evoluciona y se recompone de acuerdo con lo que exigen los nuevos tiempos. Al final, esos cambios se reflejan en la Literatura del momento. Esa evolución se dibuja a saltos, esto es, con periodos más o menos estancos y otros de intensa transformación. Incluso en el lenguaje del Quijote se puede ver que es más moderno que el de las Novelas ejemplares, en donde aparecen más arcaísmos. Precisamente el lenguaje tan arcaico que a veces emplea don Quijote, cuando "ejerce" de caballero, lo introduce el autor como objeto de mofa. Lo de "caballero" es ya parte de ese juego, pues don Quijote se deleita con arcaísmos cuando perora montado a caballo. Quizá fuera por serendipidad, pero qué gran descubrimiento el de Cervantes al plasmar que una misma persona pueda expresarse a través de distintas formas del habla según las ocasiones y según las posturas del cuerpo.

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