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Amando de Miguel

Silva de varia lección

Los notarios gustan de estampar firmas con mucho ringorrango. Es lógico, ellos cobran por firmar. En la tradición del Ejército se exigía que la firma fuera completa (nombre y dos apellidos) y legible.

José Mª Navia Osorio se explaya a propósito de lo que aquí se decía sobre el lenguaje gestual, por ejemplo, al gesto con los dedos que indica "entre comillas". Don José Mª añade el gesto de hacer como que se escribe en un teclado para indicar que se va a enviar un correo electrónico. Apunta don José Mª este detalle: "A veces los gestos nos traicionan. ¿Se ha dado cuenta de la timidez del Príncipe de Gales? La demuestra con el gesto de tocarse los gemelos de la camisa porque no sabe qué hacer con las manos. Otras veces mete una mano en la chaqueta. Pero lo más llamativo fue en la boda de los Príncipes de Asturias. Llevaba un paraguas. Me da la impresión de que no lo hacía por desenfado sino que le evitaba el paseíllo sin tener a una señora cogida a su brazo". Añado que, entre nosotros, también Javier Arenas prodiga ese gesto de tocarse los gemelos de la camisa, además del más clásico de intentar sacar el anillo del dedo. Personalmente me fascina observar el lenguaje gestual.

Estefanía es una estudiante que tiene que hacer un trabajo sobre la firma. Dice que no encuentra nada sobre el particular, que a ver si puedo darle alguna idea. No se me ocurre gran cosa, por lo que pido ayuda a los libertarios más instruidos. En principio está claro el nombre y la función. Un documento o escrito concluye con el nombre de su autor o titular, al que se añade un garabato o rúbrica (porque solía hacerse con tinta roja y por su forma de gancho). Es una forma de dar fe al documento, de hacerlo firme o auténtico. Lo curioso es que muchas firmas, especialmente las de las personas ilustradas, suelen ser ilegibles; se hacen así de intento. En ese caso se supone que su misma ilegibilidad confiere un rasgo de especial autenticidad. Los notarios gustan de estampar firmas con mucho ringorrango. Es lógico, ellos cobran por firmar. En la tradición del Ejército se exigía que la firma fuera completa (nombre y dos apellidos) y legible. Pero la costumbre, digamos, civil es que la firma ilegible, el garabato, exprese la personalidad del sujeto. De ahí que los grafólogos saquen algunos rasgos de esa personalidad a través del garabato correspondiente. Recordemos que el garabato es el gancho en forma de S del que cuelgan su mercancía los carniceros. En la práctica comercial o administrativa se utiliza mucho el diminutivo: la firmita. Por influencia norteamericana se practica un género de firma un poco extraño: las iniciales del nombre y del primer apellido. Las variaciones de la firma vienen a ser una evolución de la huella que se dejaba con un sello de metal sobre un material blando (cera, lacre). El sello era tan personal que se llevaba como anillo o de su custodia se encargaba un fiel amanuense o secretario. La versión vulgar del sello es la huella dactilar.

Manuel Carida Villaverde precisa lo que es sabido pero que suelen ignorar los medios informativos. "capitán de fragata" equivale a "teniente coronel" en Tierra. Por lo mismo "capitán de navío" equivale a "coronel" en Tierra. Otro error que señala don Manuel: el "subsecretario" de un ministerio no está por debajo, sino por encima, de todos los secretarios y demás cargos excepto el ministro. La explicación es muy simple. Durante siglos los ministros se llamaron "secretarios" (del Rey).

Rufino me llama la atención sobre unos volúmenes sobre Historia del Arte que promociona El País. En ellos se contiene como verosímil la leyenda de que el Greco pintaba las figuras deformadas porque tenía un defecto visual. Señala don Rufino, con buen acierto, que esa explicación es falsa. Es evidente que, si el Greco "veía" las figuras humanas deformadas, ese mismo efecto lo tendría al "ver" el resultado de sus pinturas. Al menos los libertarios ya saben que esa leyenda no se tiene en pie.

José Carlos Márquez se refiere al divertido diagnóstico del doctor Jiménez Díaz sobre las cefaleas criptogénicas (= dolores de cabeza de origen desconocido). Añade este otro dato: "Hace unos años mi padre le diagnosticó a una señora manchas hidrosolubles por unas manchas negras que tenía en los pies. La señora se fue tan contenta". Hay que confiar en que la señora entendiera que su mal era la vulgar roña y que se quita lavándose. Espero que los libertarios me envíen más sugerencias de diagnósticos imaginativos. Estamos ante el clásico ejemplo nominalista: las cosas son otras si las llamamos de distinto modo. Los médicos de hace un siglo llamaban neurastenia a lo que hoy se etiqueta como esquizofrenia. Toda la vida de Dios se ha llamado locura. Vamos progresando en oscurecimiento.

José Carbayeda supone que israelíes son los ciudadanos de Israel, mientras que los israelitas son los pertenecientes al pueblo bíblico de Israel. Correcto. Añado que Israel fue el apodo (Yisra‘el = el que lucha con Dios) que el ángel del Señor impuso al patriarca Jacob. Aunque también puede significar "amigo de Dios" (is = hombre, rea = amigo, el = Dios).

León Zeldís Mandel (Israel) precisa que la costumbre de poner la cruz al comienzo de una carta quizá provenga de un hábito judío. Es el de poner las letras bet y heh separadas por comillas a comienzo de cualquier comunicación. Son las iniciales de dos palabras hebreas que significan "con la ayuda de Dios".

José Ángel comenta el desagrado que le produce la nueva costumbre de poner con mayúscula la primera letra de las palabras. Por ejemplo, algunos letreros: "Disculpen Las Molestias". Le doy la razón. A mí también me resulta una práctica molesta. Seguramente la nueva moda se impone por una mezcla de ignorancia y de diseño. Es la que priva.

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