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Amando de Miguel

Sobre los facebuqueros

A José María Navia-Osorio tampoco le gusta lo del facebuc. Supongo que es una incruenta lucha generacional con sus hijos. A mí me ha metido el mío en esto del facebuquerismo y ya no hay quién me saque de él.

Tengo algunos fidelísimos libertarios, verdaderamente amigos, que tienen celos de los "amigos" que proliferan en el facebook o facebuc. Agustín Fuentes reconoce el hallazgo de "billete" para los mensajitos que cuelgo del facebuc, pero no le va el estilo de frases cortas y textos breves. Lo suyo es la desmesura, la facundia desatada del teclado. Yo creo que ambos géneros son compatibles, el gracianesco del facebuc y la catarata de ideas de estos comentarios de Libertad Digital. Bien es verdad que en ambos textos yo sigo pegado a la disciplina de las frases cortas. Estoy de acuerdo con don Agustín en que los billetitos del facebuc abusan de los puntos de exclamación, la repetición de signos, los "jijí, jajá" y otros recursos un tanto infantiloides. Provienen de los SMS de los móviles y quizá del estilo adolescente y desenfadado. Peor es el abuso de faltas de ortografía, una mezcla de ignorancia y espontaneidad. Pero cada generación y cada persona tienen su estilo. Viva la libertad de expresión.

Como era de esperar, a José María Navia-Osorio tampoco le gusta lo del facebuc. Supongo que es una incruenta lucha generacional con sus hijos. A mí me ha metido el mío en esto del facebuquerismo y ya no hay quién me saque de él. Predice el de Oviedo que el facebook será pronto sustituido por otro artilugio. No lo dudo, pero en el entretanto puede servir. En el fondo, todo esto de los mensajitos que se envían por el móvil o el ordenador lo que revelan es un déficit de conversación en el mundo que nos rodea. Necesitamos "amigos" como sea, con su foto correspondiente, para no sentirnos demasiado aislados en el cuarto de estar. De esa forma nos ilusionamos con vivir por un rato en el "cuarto de ser". Luego ocurre que, como en el caso de don José María, nos conocemos personalmente y nos hacemos verdaderamente amigos.

En mi próxima novela (La ciudad de los ángeles, o sea, Madrid) la pareja protagonista se conoce chateando en la internet. Es una especie de juego o de broma, que acaba en serio, tan en serio que cambia por completo la vida. Y no digo más, que luego me riñe el editor. El escritor de verdad resulta monotemático; acaba siempre volviendo a hablar de la novela que escribe en ese momento. En mi caso, esa dedicación es compatible con otras tareas, entre ellas esta de LD y la del facebuc, que son complementarias. Pero en ellas se me van tardes enteras, como la lectura nocturna de las novelas de caballerías para el otro. Espero que el cura, el ama y la sobrina no me quemen la biblioteca. Mientras, seguiré haciendo amigos a través de las tertulias, los mensajes de los libertarios y los de los facebuqueros. Todo es lo mismo, entretenimientos de un septuagenario nada voluptuoso y sí muy curioso, como lo fuera el ingenioso hidalgo. Yo no pretendo desfacer tuertos; solo hacer pensar.

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