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Amando de Miguel

Te quiero, delincuente mío

El uso del lenguaje es algo misterioso. Se impone sobre la costumbre y la lógica, de la misma forma caprichosa que la moda en el vestir. Durante siglos se han ido troquelando determinadas palabras para designar el círculo delincuente. Por ejemplo, cómplice, confidente, transgresión, provocación. Como es natural, esas voces se cargaban con un sentido afrentoso. Pues bien, recientemente, esas palabras no solo han perdido el sentido despreciativo; han adquirido el contrario. Es decir, se dicen hoy con un sentido encomiástico. Especialmente es así en el gremio de la farándula, de los famosos. Tendremos todos que admitir el capricho léxico.

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