La persecución de los errores y erratas en el lenguaje corriente de las personas cultas no debe esconder el fin primordial de estos billetes. El propósito expreso no es el de descubrir y denunciar los casos monstruosos o aberrantes, lo que podríamos llamar la teratología del lenguaje. Interesa más bien la topología del idioma, esto es, la presentación de las diversas formas que adoptan ciertas palabras o locuciones en el uso corriente. Muchas de esas manifestaciones pueden ser calificadas de erróneas, incluso de disparatadas, pero casi siempre se pueden ver con propósitos ilustrativos. La degradación del lenguaje puede ser también una forma de manifestar su evolución. Hay ejemplos mil de esas mutaciones, lo que nos señala la capacidad de la lengua común de los españoles para medrar. Otra cosa es el ridículo que supone el hecho de que las personas cultas aparezcan a veces como indocumentadas de puro cultiparlantes. Los asuntos del idioma son también motivo de regocijo legítimo. Puesto que todos nos equivocamos, razón de más para practicar ese sano ejercicio que consiste en reírnos de nosotros mismos.
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