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Amando de Miguel

Trabuca, que algo queda

Xabier Bilbao Hernández me cuenta que hace poco ha visto, en la publicidad de unos cursillos de dibujo técnico, que una de las materias que se enseñan en “perspectiva caballeresca”. Naturalmente, es un trabucamiento por “perspectiva caballera”, la que contempla los objetos desde lo alto y los traslada a un plano. Añade don Xabier que “viendo los tiempos que corren, no estaría de más que cada vez más gente pudiera vivir su vida bajo esa perspectiva caballesca”. Quiere decir, desde la perspectiva de los verdaderos caballeros y las verdaderas damas. Es un ejemplo más de cómo los trabucamientos pueden derivar en ideas sugerentes.
 
El capítulo de disparates del alumnado (¿o habría que decir también “de la alumnada”?) compone uno de los más divertidos de nuestro vademécum colectivo sobre los trabucamientos. Clara Earle González me envía una lista de los exámenes de selectividad que ello corrigió en junio de 2005. He aquí una muestra:
 
─ [De un comentario de texto]. “Este texto está dividido en renglones”.
─ [Pregunta: Cite un autor teatral de cualquier época de la Historia de la Literatura Española y el nombre de una de sus obras. Respuesta:] “Lina Morgan y Vaya par de gemelas”.
─ [Comentario a La casa de Bernarda Alba]. “Esta obra presenta un gran ciclismo”. [Otro comentario]. “Esta obra es un teatro”. [Otro más]. “Tiene el mérito de ser corta”. [Otro más]. “Bernarda es una mujer disciplinaria”.
 
Mª de los Ángeles Garrido-Falla (¿será hija de mi maestro?) aporta algunos trabucamientos del colegio donde estudió. Una alumna puso en el examen que “los romanos hicieron el acueducto, minas y el ferrocarril”. Fue su interpretación de un epígrafe sobre “las vías romanas”. Otra alumna dudó de la definición sobre las constelaciones como la línea imaginaria que una a algunas estrellas que están próximas entre ellas. La alumna dudaba de la existencia de esa “línea imaginaria”, pues ella no la veía por ninguna parte. Esa afirmación me recuerda otra que me espetó un honrado vecino de Estella: “El camino de Santiago está diseñado para marcar claramente la carretera que va desde Estella a Pamplona”. A ver quién lo duda.
 
El libro de los trabucamientos merece un capítulo especial para los perpetrados por las personalidades empingorotadas. Por ejemplo, Juan de la Fuente me transmite un comentario de Horacio Vázquez-Rial respecto a un prólogo que escribe Zapatero para un libro de Jordi Sevilla. El presidente define la “ideología” como “una idea lógica”. A don Juan, “no ya como catedrático de Griego sino como simple universitario”, esa salida de Zapatero le “produce repelús”. Esa es precisamente la reacción ante ciertos trabucamientos de los que mandan.
 
Javier Castillo se apunta al divertido juego de emplear frases en español para acomodarlas al sonido equivalente de las frases en otro idioma. Así, en francés, si se dice “yo no compro pan”, el interlocutor colige que le estamos diciendo que no comprendemos lo que dice. O también, para preguntar por el nombre del interlocutor francés, basta con decirle “Cómete un papel”. Se trata de un juego, pero funciona.
 
José Gabete (Pamplona) aconseja que, para pedir un té en Inglaterra, se diga “un copetín”. La camarera entiende perfectamente que se trata de a cup of tea.
 
José Carlos Villaro Gumpert me envía una larguísima lista de trabucamientos, “confusiones oídas personalmente y provocadas por la interacción de dos o más expresiones que acuden simultáneamente a la mente mientras se habla”. Es un nuevo tipo de trabucazo que también resulta útil para entender bien la estructura del idioma. Entresaco algunos ejemplos de la paciente recopilación de don José Carlos:
 
─ “Le costó un huevo (= ojo) de la cara”.
─ “Le puso a parir (= caer) de un burro”.
─ “Tengo el alma pendiente de un vilo” (= hilo).
─ “Me viene como anillo al pelo” (= dedo).
─ “A la vuelta pasamos por Ceilandia” (= Ceilán, Sri Lanka).
─ “Estos dos hacen muy buenas ligas” (= migas)
─ “Los estrepidantes (= trepidantes, estrepitosos) años 60”.
─ “Ponerse la montera por sombrero” (= el mundo por montera).
─ “Este tío no tiene dos dedos de luces” (= frente).
─ “Se me pusieron los pelos de gallina” (= de punta, o bien “se me puso la carne de gallina”.
─ “Me puso entre la espalda (= espada) y la pared”.
─ “Remover el Cielo (= Roma) con Santiago” (dos jurisdicciones poderosas).
─ “Quedó todo patas por hombro” (= arriba, o bien “mangas por hombro”).
─ “¡Hemos llegado al cúlmun!” (= colmo, o “al súmmun”).
─ “Esto saldrá antes (= tarde) o temprano”.
─ “Es el ojito mimado (= derecho) de su madre”.
─ “Esto es el parto (= paso) de las Termópilas” (o bien “el parto de los montes”).
─ “Lo esperaba como agua del cielo” (= mayo, o bien “como venido del Cielo”).
─ “Defiéndelo contra capa y marea” (= a capa y espada, o bien “contra viento y marea”).
─ “Esto es bocata (= peccata) minuta”.
 
Como puede verse, las supuestas equivocaciones a veces mejoran la frase original o correcta. Serán errores, pero tienen sentido. Una figura literaria muy elegante suele ser la de deshacer las frases hechas. Hay refranes que son contrarrefranes con esa misma misión.

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