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Amando de Miguel

Tu madre come manzanas coloradas

No es que recele de los filólogos sino de todo bicho viviente cuando se trata de comprender las cosas. La duda metódica es mi guía, incluyendo el recelo de mí mismo.

Daniel Ramos Sánchez apoya la interpretación de que el “no sé nada” (= lo ignoro todo) es una derivación del latín. La frase original en el latín tardío fue non est re[m] nata [m]. Literalmente, “no hay (ninguna) cosa nacida” (= existente). “De ahí se pasó a sobreentenderse el res y quedó el nata. Y esta palabra, por la evolución común, acabó dando nada”. Añade don Daniel con afecto: “Usted a veces recela de los filólogos que le enmiendan la plana… Pero tiene que dejarse aconsejar de vez en cuando”.

No es que recele de los filólogos sino de todo bicho viviente cuando se trata de comprender las cosas. La duda metódica es mi guía, incluyendo el recelo de mí mismo. Por lo demás, aprendo mucho de los que saben, como es el caso de don Daniel. Pero me sigue intrigando por qué el castellano se deriva de una determinada forma de evolucionar el latín. ¿Por qué evoluciona de distinta manera para los que luego hablarán gallego o catalán? Sospecho que la clave no está en las lenguas como tales sino en los grupos humanos que las utilizan. Seguramente el castellano llegó cuando ya estaba aposentado el gallego, el leonés o el catalán. Para abrirse paso, los castellanos tenían que distinguirse. Una forma de hacerlo era alejarse un poco más del latín e incorporar voces arábigas. Por lo mismo, cuando el catalán necesita unificarse a principios del siglo XX, acude al francés todo lo que puede para alejarse del castellano. Ese es el sentido verdadero de la famosa frase “La lengua fue siempre compañera del imperio”. Si no hubiera necesidad de distinguirse, las lenguas no se transformarían.

A su vez, dentro de una misma comunidad idiomática, las clases pudientes necesitan variaciones particulares en su forma de hablar para distinguirse de las clases humildes. Por cierto, esa diferencia por clases es mínima en el castellano y mucho más amplia en el inglés.

Volviendo al “no sé nada”, que significa “ignoro todo” y no, como tendría que ser, “sé algo”. Acepto lo del latín, pero hay otra razón oculta, me parece. Es la necesidad de hipérbole que tienen los castellanoparlantes, quizá por esa circunstancia de que llegaron los últimos al reparto del pastel peninsular. Yo puedo decir: “En Pozuelo no hay fábricas”. Pero el espíritu castellano me incita a decir “En Pozuelo no hay ninguna fábrica”. Todavía el más castizo lo haría más enfático: “En todo Pozuelo no hay ni una sola fábrica; ni una ni media”. Ese sentido hiperbólico no se deriva de la mesura latina, pienso yo, y que me corrija don Daniel.

Gabriel Casanueva Muñoz me critica que yo ponga curriculum vitae sin tildes. Debería acogerme a lo que pone el DRAE, currículum vítae con dos tildes. Como siempre, tengo mis vacilaciones en esto de las tildes en las palabras latinas. El Diccionario de dudas de Seco trae currículum vitae (una sola tilde), quizá porque vitae se pronuncia vite y en ese caso no llevaría tilde. Algunos norteamericanos dicen simplemente vitae, suponiendo que lo de curriculum es un adjetivo. No es así, claro. Los más finos dicen CV. Pero también podría ser Caballos de vapor, Campo visual, Capacidad vital, Cardiovascular, Cerebrovascular, Comunidad Valenciana, Condensador variable, Cuerda vocal, Valor calorífico, entre otras equivalencias aceptadas. Lo mejor será reducir las siglas a un mínimo. La cosa empezó con los romanos: SPQR, INRI. Nosotros tenemos el IRPF.

Fidel Argudo Sánchez interpreta la misteriosa frase de “volveré para el equinoccio de Poseidón”. Es como decir “volveré para las calendas griegas”, o sea, “nunca”. Otra aclaración de don Fidel, latinista de pro. “Averso y adverso son antónimos”. Así, soy adverso al riesgo equivaldría a soy opuesto al riesgo. A su vez, soy averso al riesgo valdría tanto como me aparto del riesgo”. Concluyo, entonces, que, si bien son antónimos, al final, adverso y averso valen para lo mismo.

Juan de la Fuente me envía este escolio: “Leído en un reciente artículo enEl Mundo, por otra parte muy bien escrito:La irrupción del milites en la jurisdicción del civites”. Observa don Juan, cosa de muy buen acuerdo, que la frase correcta tendría que ser “el miles… el civis” o bien “los milites … los cives”. ¿Por qué no dejarlo en militares y paisanos?

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