Menú
Amando de Miguel

Variaciones regionales

Ángel Guerrero Eguiluz comenta: “Es muy posible que, gracias a nuestro inefable Federico Jiménez Losantos, la palabra dizque se ponga de moda”. Hombre, se trata de un adverbio muy castizo que equivale a “presuntamente”. En América es de uso bastante frecuente; menos en España. En las novelas españolas de hace un siglo se recurría al dizque como un arcaísmo. El Covarrubias, contemporáneo del Quijote, señala que “es palabra aldeana, que no se debe usar en corte”. Yo la he utilizado algunas veces con un matiz irónico. Por ejemplo, ahora se podría decir: “Zapatero, dizque dialogante” o “Maragall, dizque socialista”.
 
Tengo dicho que Jorge Alejandro Waterhouse-Hayward de Irureta Goyena es el corresponsal fijo de esta seccioncilla en las Américas. Hoy nos trae el regalo del verdo, que existe en México con el mismo sentido que en Extremadura. La variante mexicana no es de vidrio sino de barro, lo que produce el “efecto botijo”, es decir, el agua se mantiene fresca por la porosidad del barro. Don Jorge Alejandro no encuentra capotraste en los lexicones, un aparatito “para apretar todas las cuerdas de una guitarra a la vez y cambiar la afinación del instrumento”. Incorporada queda al Vocabulario Libertario Digital. Es tan sonora que bien podría servir como un refinado insulto.
 
Como ejemplo de la gran variedad que significa el español americano está la palabra cometa (juego), que en El Salvador es barrilete y en Puerto Rico volantía o chiringa. Lo documenta María Fernanda Vallecillo Vidal (Puerto Rico). Añade que en su tierra se dice “andar por las nubes de Valencia” para indicar lo de “castillos en España” (fantasear). En España decimos algo parecido: “quedarse a la Luna de Valencia”, esto es, no conseguir lo que se pretendía. Ignoro lo que tienen de particular las nubes o las Lunas de Valencia. Espero que alguien me lo diga.
 
Gustavo Laterza (Asunción, Paraguay) razona así: “Aquí, en América Latina, decimos que alguien le encajó un gol o una trompada a otro. En España encaja el que los recibe. ¿Cuál es el modo correcto? Tal vez ambos, pero presumo que el vuestro está mejor ajustado al sentido de la acción”. En efecto, la voz encajar significa originariamente meter algo en su caja, por ejemplo, la llave en la cerradura. Así que lo propio del que mete un gol es decir que lo encaja. Pero en sentido coloquial significa casi lo contrario, recibir algo inopinado, como un bofetada, una moneda falsa… o un gol. Es un ejemplo más de la maravillosa ambivalencia de la lengua.
 
Precisamente, el de Asunción nos proporciona otro ejemplo de ambivalencia. Es el adjetivo cierto que significa “verdadero, seguro”, pero también algo impreciso, indeterminado o que no quiere nombrarse. Añado otro ejemplo, el adverbio seguramente que significa “muy probable” pero también “poco probable”.
 
Las jergas regionales suelen ser muy expresivas. Fernando Sancho (Madrid) aporta algunos ejemplos del dialecto de Canarias, encrucijadas de varias corrientes léxicas. Por ejemplo, papa quinegua, por una variedad de patata, muy apreciada por los ingleses y por todo el mundo (“papas arrugadas”). Quinegua no es más que la simpática corrupción de King Edward. Supongo que se refiere a Eduardo VII que sucedió a la reina Victoria. La famosa patata fue la importada de Irlanda, que había superado las plagas que sufrían las patatas peninsulares.
 
Me dice también don Fernando que en las Canarias se utiliza antier y antinoche, pero son voces que emplean los campesinos o magos, no los capitalinos, más finolis. Me interesa mucho eso de los magos para llamar a los campesinos. La raíz mag en griego sirve tanto para la hechicería (magia) como para la cocina (magdalena). De ahí se colige que la cocina fuera un invento asociado a la farmacopea. Me remito a mi libro Sobre gustos y sabores (Alianza). Ahí se demuestra la importancia que tiene el habla en la alimentación. No en vano la lengua sirve tanto para hablar como para gustar los alimentos.
 
José Moral comenta el desmoronamiento de algunas casas en un barrio de Barcelona por las obras del metro. “He observado que los habitantes de dicho barrio lo denominanEl Carmelo, mientras que los medios o los representantes políticos lo llamanel Carmel”. Suscribo la observación. Añado el comentario que también se oye, aplicado a ese desastre y al incendio de la Torre Windsor en Madrid: “Gracias a Dios no ha habido víctimas”. Hombre, no ha habido muertos, pero sí víctimas, esto es, las personas que han recibido algún daño.

En Sociedad

    0
    comentarios