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Ana Ortiz de Obregón

Pacto de Estado en la era de la globalización de las personas

Son necesarias políticas de cooperación en la UE que no se queden en el desembolso de subvenciones que, en el mejor de los casos, lucen poco.

Cobra fuerza la necesidad de alcanzar algún tipo de Pacto de Estado que marque las directrices de una política de inmigración real y útil. Este Gran Acuerdo debe constituir la base de un trabajo de campo previo con el que acudir a Europa para imbricar una política inmigratoria común. También, para concienciar a nuestros socios europeos de que se trata de un tema de prioridad número uno, en el que es imprescindible que se involucren, porque todos jugamos en el mismo equipo.

Si de verdad queremos que el Pacto sirva para algo, debe sustentarse en la realidad del mundo de hoy, donde las relaciones -y las decisiones- tienen un alto grado de transversalidad, de acuerdo al mundo globalizado en el que hace tiempo que estamos inmersos. Este hecho nos afecta a todos, también a los que deciden en Bruselas, porque ellos forman parte de este mundo horizontal y simultáneo, que contribuyen a forjar con sus decisiones, sus acciones y su 'modus vivendi'. Me explico.

Primero fue la globalización económica. Crear en un sitio, producir en otro, comprar sin dinero físico en cualquier parte del mundo y negociar simultáneamente, es parte de nuestra vida cotidiana desde hace años. Parte de esta globalización económica se ha producido gracias a la verdadera revolución de finales del siglo XX: la sociedad de la información y de la comunicación, segunda de las globalizaciones. La adquisición de conocimiento fácil y gratis ha cambiado nuestra manera de vivir, de movernos y de relacionarnos. Hoy más que nunca, constatamos que la información es poder. Ese poder es producido por cualquiera. Está al alcance de cualquiera.

La tercera globalización a la que me refiero, la de las personas, es consecuencia de las dos anteriores y de la facilidad de movimiento que tenemos gracias a la extraordinaria evolución de los medios de transporte. El flujo de gente que se mueve a lo largo y ancho del mundo es cada vez mayor, más constante y mejor planificado, ya sea legal o no.

Los efectos de estas tres globalizaciones, que se mezclan, se superponen y se influyen de forma recíproca, facilita las decisiones de todas esas personas que huyen de la pobreza hacia el primer mundo, manejadas por mafias que funcionan con la operatividad de cualquier empresa de logística. Todos ellos tienen claras dos cosas: que no están dispuestos a vivir una vida de pobreza, en la que la política de gestos no les va solucionar nada y que las dificultades de entonces no son las de ahora, que se pueden poner trabas físicas, pero es cuestión de tiempo que éstas, tampoco sirvan para mucho.

Este escenario constituye todo un reto para Europa en su conjunto, pero también, muestra el camino por dónde deben ir las decisiones, los acuerdos y los pactos: marco jurídico común con un mínimo de requisitos compartidos por todos, para empezar. Estructuras administrativas homogéneas donde todo el mundo sepa qué, cómo y cuándo actuar, para operar.

En común a estos dos factores, un tercero: políticas de cooperación entre los Estados miembros de la UE, que no se queden en el desembolso de subvenciones cuyo final es incierto, o en el mejor de los casos, "lucen poco". Todo ello sin olvidar que, aunque global, el mundo requiere de unos parámetros de seguridad para vivir en paz y organizadamente, un derecho de todos, al que debemos contribuir cumpliendo nuestros deberes.

Estas son propuestas muy razonables que debe asumir la Unión Europea si de verdad quiere ser útil y abordar los problemas que más le importan al conjunto de los ciudadanos. No hay más que echar un vistazo a los chorros de comentarios que comparten miles de foreros anónimos.

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