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Andrés Benavente

Hacia la colombianización

Tiene lugar estos días la marcha de los zapatistas desde Chiapas a Ciudad de México. Desde el gobierno de Fox es percibida como un paso importante en un proceso dialogado para alcanzar la paz. Para los guerrilleros es una tentativa para cambiar la situación política y comunicativa del EZLN en la sociedad civil mexicana y en el exterior.

Es probable que el proyecto pacificador de Fox tenga presente la experiencia Centroamericana de la pasada década, en la que, tras largos procesos negociadores, fue posible firmar, tanto en El Salvador como en Guatemala, acuerdos de paz, tras los cuales se detuvo la violencia insurreccional y los actores que la promovían se incorporaron al sistema político a competir por el poder a través del sufragio. Es claro que en esta comparación se sobrevalúa al zapatismo chiapaneco con más perfil virtual que militar.

Desde la contraparte, es probable que en el zapatismo piense que ha llegado el momento, dada la ingenuidad gubernativa, de importar a México el modelo colombiano. El Presidente Pastrana, como es sabido, lleva tiempo aceptando las condiciones de los guerrilleros no solo sin que se haya avanzado en el proceso de pacificación, sino con la persistencia de las acciones armadas subversivas.

En efecto, al igual que en el caso colombiano, los zapatistas exigen del gobierno el desmantelamiento de las siete posiciones militares en la zona de conflicto, a lo cual Fox ha comenzado a ceder. También demandan la liberación de varios guerrilleros –lo que ha ocurrido— y la aprobación por el Congreso de una Ley indígena, cuyo proyecto preliminar ya fue enviado por el Presidente.

La marcha de los zapatistas constituye en estos momentos un hecho político de insospechadas consecuencias para el sistema institucional mexicano. Debidamente orquestada comunicacionalmente, con el acompañamiento de personajes de la izquierda rupturista latinoamericana y europea, esta gira de "turismo revolucionario" limita el papel del gobierno de Fox a esperar lo que suceda.

Lo más probable es que no se avance en el logro de acuerdos. Los insurgentes obtendrán un protagonismo político desmesurado que terminará convirtiéndose en un factor desestabilizador. Una guerrilla con presencia en internet se transformará en un despliegue de movilizaciones sociales rupturistas y violentas en la propia capital del país.

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