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Andrés Freire

Dudas sobre Corea del Norte

Los analistas se estrujan la cabeza. ¿Qué pretende, qué busca el opaco régimen del norcoreano Kim-Jong Il? ¿Qué sentido tiene su escalada de desafíos? Al principio, se explicaban como un intento de elevar el precio del chantaje que en forma de ayuda humanitaria somete a Estados Unidos y a sus vecinos asiáticos. Ahora hay dudas. Kim-Jong Il ha sido un gobernante cauto y enemigo de los riesgos; de súbito amenaza al mundo con un diluvio de fuego. ¿No será, se preguntan los expertos, que el liderazgo norcoreano, acuciado por el miserable fracaso de su régimen y su inclusión en el Eje del Mal, no encuentra otro remedio que forzar a Estados Unidos a que garantice hoy en firme su seguridad, o perderse en el intento?

La respuesta de la administración Bush a las provocaciones coreanas ha sido, de momento, escasa. Los Estados Unidos intentan convertir el problema en una cuestión regional, a tratar en un foro multilateral en el que participen todos los vecinos. Los chinos, sin embargo, no les han hecho ni caso (otra duda: ¿tienen los chinos algún papel en la conspiración?). Para ellos, la cuestión coreana es un problema bilateral que Estados Unidos ha de negociar directamente con Kim Jong-Il. Los americanos se niegan en redondo a plegarse ante el chantaje.

Ahora bien, si esto es así, si Estados Unidos rechaza el diálogo directo con Kim Jong Il, las alternativas que le quedan son dos: aceptar que en pocos meses habrá una nueva potencia nuclear en Asia (más de una, pues Japón y Corea del sur tardarían poco en sumarse al club). O realizar un ataque preventivo sobre Corea del Norte. Influyentes comentaristas consideran ineludible este ataque.

El Pentágono prepara planes para esta contingencia. Oscilan entre un ataque limitado a las instalaciones nucleares y un ataque total que siegue de raíz las potencialidades ofensivas del enemigo. No hay que olvidar que Corea del Norte presenta el escenario ideal donde validar las doctrinas de ciertos círculos estratégicos americanos ligados a la Air Force, que llevan 50 años intentando demostrar que también desde el aire se pueden ganar guerras (recuerden el chiste: dos veteranos de la guerra mundial discuten sus batallitas. De repente, uno de ellos le pregunta al otro. “Por cierto, ¿quién ganó la guerra aérea?”) Estos círculos propugnan, por tanto, un brutal ataque relámpago sobre Corea del Norte, por medio del bombardeo de saturación a sus instalaciones nucleares y a las líneas ofensivas que amenazan Seúl. El ataque podría incluir el uso de bombas nucleares tácticas (mininukes). En unas horas, la pesadilla del régimen coreano habría terminado. Si sale bien, una nueva doctrina de seguridad sería refrendada. Si mal... miles de kilómetros separan Corea y Estados Unidos.

Estos planes, filtrados interesadamente a la prensa, añaden más inquietud a los habitualmente paranoicos norcoreanos. Ante movimientos sospechosos del enemigo, han de enfrentarse a un conocido dilema estratégico de la era de los misiles y bombardeos. Si no usan de sus fuerzas, pueden quedarse sin ellas. O sea, “úsalas o piérdelas”.Use them or lose them. En consecuencia, cualquier incidente puede ser el inicio de una gran explosión.

En estas circunstancias, no extraña que el gobierno de Corea del Sur ahora presione para mantener las bases americanas en el país. Curiosamente, no como protectores, sino como rehenes.

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