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Ángel Martín Oro

¿Hemos aprendido algo?

Curiosamente, los economistas austriacos, tan olvidados y despreciados por las universidades más prestigiosas, han sido quienes en mayor medida supieron ver con antelación lo que se venía encima.

En épocas como la actual no es descabellado plantearse si la ciencia y el pensamiento económico dominantes han mejorado y avanzado durante las últimas décadas, o por el contrario, han sufrido graves retrocesos que costará tiempo revertirlos.

¿Entienden ahora la mayoría de economistas mejor que hace setenta años la causa y origen de los ciclos económicos? ¿Son ahora las recomendaciones para salir de la actual crisis mucho más adecuadas de lo que fueron hace setenta años para salir de la Gran Depresión?

Las respuestas, desde mi punto de vista, no son sencillas. Sin embargo, es muy posible que la mayoría de economistas no tuviera ninguna duda y contestara afirmativamente, al menos antes de la crisis. Y es que está muy extendida entre la academia la creencia de que el desarrollo de las teorías económicas sigue una evolución ascendente, progresiva y lineal, acercándonos cada vez más a la verdad (lo que Murray Rothbard llamó la "teoría whig de la historia de la ciencia"). En otras palabras, se considera que en el año 2009 se habrán asimilado e integrado todos los escritos pasados, y que por tanto se tendrá una comprensión mayor y más profunda que en 1929.

Esta idea quedó magníficamente ilustrada por el prestigioso economista y profesor de Harvard, Gregory Mankiw, uno de los autores de libros de texto de economía más populares. Asimismo, otros economistas que ostentan el Premio Nobel como Paul Samuelson o George Stigler también se adhieren a esta visión. Al ser preguntado por un alumno si había leído el tratado de economía La Acción Humana del economista austriaco Ludwig von Mises, publicado en 1949, Mankiw respondió que no. A continuación ofreció sus razones, apuntando algunos de los rasgos más negros de la academia.

En primer lugar, afirmó que la mayoría de economistas en tareas de investigación se centran en los trabajos más recientes, con lo que los escritos de más de veinte o treinta años se suelen considerar como irrelevantes, pasados de moda o que ya han sido incorporados en lo nuevo. Y en segundo lugar, reconoció que en las universidades donde ha recibido su educación económica (que son tres de las instituciones de investigación para economistas más prestigiosas del mundo) nunca tuvo que leer ningún artículo o trabajo de algún economista de la tradición de la Escuela Austriaca.

La prepotencia de la corriente principal (mainstream) en economía hacia las ideas antiguas y el desprecio hacia los economistas de la Escuela Austriaca se dan de bruces con la realidad actual, y a buen seguro son dos de los errores más importantes del pensamiento económico contemporáneo.

Una de las razones por las que la economía convencional dice haber progresado con respecto al pasado es que sus técnicas y modelos actuales son mucho más sofisticados y complejos. Las matemáticas, la estadística y la econometría han avanzado notablemente en las últimas décadas y eso ha hecho avanzar también la ciencia económica. Así es cómo se piensa cuando se pone el énfasis donde no debería ponerse (las técnicas y la creciente sofisticación matemática de los modelos), y lo más importante se deja sin explicar (los fenómenos económicos tal y como acontecen en la realidad).

Sin embargo, la realidad nos muestra, como cuenta Nassim Taleb, que las complejas técnicas y modelos matemáticos que fueron desarrollados para controlar el riesgo y la incertidumbre han fracasado claramente, empujando a entidades como AIG al colapso. También han fracasado estrepitosamente al no poder anticipar una crisis de grandes dimensiones como la actual.

Al igual que antes y durante la Gran Depresión hubo presuntos expertos que metieron la pata hasta el fondo en sus apreciaciones, el reciente fiasco también ha presenciado como los gurús de turno no acertaban ni una. Ahí tenemos el paradigmático caso de Bernanke, por hablar de un académico prestigioso y no de lumbreras españolas. Asimismo, nos encontramos con quienes lanzan recetas disparatadas como respuesta a la crisis: la originalidad e imaginación a la hora de ofrecer propuestas parece valorarse más que la mínima sensatez y el rigor.

Señales éstas que retratan a una macroeconomía desorientada. Por estos hechos, The Economist, amén de otros muchos medios, se preguntaba recientemente qué es lo que falló en la ciencia económica. Otros, como Juan Ramón Rallo, se planteaban si los economistas saben realmente de economía, a lo que respondía con un rotundo no.

Curiosamente, los economistas austriacos, tan olvidados y despreciados por las universidades más prestigiosas, han sido quienes en mayor medida supieron ver con antelación lo que se venía encima. Y esto a pesar de (o mejor dicho, gracias a) sus rudimentarias técnicas y ausencia de formalización matemática. En cambio, contaban con el rigor lógico y el realismo de la teoría austriaca de los ciclos económicos.

A día de hoy, como decía Mark Thornton, "la actual crisis ha revelado las raíces keynesianas de la economía convencional", raíces que empezaron a crecer con fuerza a partir de la década de 1930, y que sentaron las bases de un intenso intervencionismo estatal que padecemos ahora mismo.

Entonces, ¿hemos aprendido algo? Lo único que parece que sí se ha aprendido es a ignorar a economistas anticuados y que pertenecen a corrientes del pensamiento económico distintas a la convencional. Lástima que éstos –léase Carl Menger, Ludwig von Mises o Friedrich Hayek– hayan sido quienes pusieran los fundamentos más adecuados para la comprensión real de los ciclos económicos, y de fenómenos como el actual.

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