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Ángel Martín Oro

Una reforma sobre arenas movedizas

¿Resuelve el problema de fondo limitar las remuneraciones a los directivos de bancos si han sido precisamente los bancos propiedad de los Estados quienes peor lo han hecho en algunos países?

Se empiezan a vislumbrar algunas de las claves de la reunión del G-20 que está teniendo lugar estos días en Pittsburgh. Los grandes magnates de la política internacional juntos de nuevo para, según dicen, solucionar y resolver los problemas de los individuos de más de medio mundo. O al menos, para reformar el capitalismo y dirigirlo hacia una senda sostenible y estable, donde las crisis financieras profundas sean historia.

Pero lo más probable es que no ocurra ni lo uno ni lo otro. La capacidad de que unos pocos planificadores arreglen satisfactoriamente en unos días los problemas del sistema financiero mundial, como el barro es moldeado por las manos del alfarero, es bastante reducida. Más bien, lo que se esperaría de quienes han puesto las condiciones –activa o pasivamente– para que la actual debacle ocurriera, es que o bien lleguen a acuerdos vacíos sin ningún contenido y aplicación concreta, o empeoren las cosas.

Lamentablemente, esto es lo que hemos podido aprender de las actuaciones y propuestas de los máximos líderes mundiales. El pasado año en la cumbre de Washington se llegó a dos grandes compromisos: poner en marcha ingentes planes de estímulo y defender el libre comercio. Pues bien, ahora sabemos que lo que había que haber hecho no se ha hecho (como muestra la escalada del proteccionismo comercial), y lo que no se debía haber hecho ha continuado haciéndose (estímulos fiscales y monetarios). El siempre políticamente incorrecto Jim Rogers expresaba con rotunda claridad qué es lo que esperaba del G-20 con motivo de la anterior reunión de abril: "Dirán que todo está mal pero que las cosas irán mejor... Lo mejor que pueden hacer es ir al bar a tomarse una cerveza, yo incluso les compraria todas las cervezas si nos fueran a dejar en paz... No van a cambiar nada...".

Aunque de momento las informaciones acerca de las reformas no son definitivas, sí hay algunas propuestas, indicios y principios hacia los que parecen querer conducir al "capitalismo global". Entre otras cosas, aparte de la persecución a los paraísos fiscales y la lucha contra el cambio climático, se quiere apostar por bases "más equilibradas" para el nuevo modelo económico mundial, y se apuesta por mantener el apoyo a las medidas públicas de ayuda al sector financiero, sin descartar la preparación de una estrategia de salida. En las reformas del sistema financiero, se persigue la reducción de los incentivos a la toma de riesgos por parte de instituciones financieros y bancos mediante la regulación y limitación de la remuneración y primas a directivos y banqueros, incrementando las competencias y poderes de agencias de supervisión y regulación supranacionales, o incluso creando otras nuevas.

Estas propuestas constatan la ley que rige el comportamiento de buena parte de los políticos y burócratas, y por extensión, del sector privado que cuenta con los privilegios del poder político: hazlo mal y serás recompensado. Así vemos cómo se ha rescatado con dinero público a entidades privadas que fueron imprudentes y fracasaron, vemos cómo los mayores generadores de créditos subprime han recibido suculentas sumas de dinero, vemos cómo los creadores de la burbuja inmobiliaria (la Reserva Federal y los bancos centrales) obtienen mayores poderes, vemos cómo el fracaso de la SEC ante el caso Madoff alimenta la creación de nuevas agencias de este tipo, vemos cómo la agencia encargada de velar por los depósitos de los norteamericanos, la FDIC, es rescatada por el Tesoro tras su rotunda incompetencia, vemos cómo los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional se han encontrado la crisis ante sus narices y se prevee que aumenten sus competencias...

En definitiva, vemos cómo el intervencionismo fomenta los malos comportamientos. A raíz de esto, Jim Rogers declaró en alguna ocasión que "hubo un gran fracaso en la regulación... no sé por qué no están en la cárcel". No es que no vayan a ir a la cárcel, ¡es que van a recibir recompensas por sus fracasos!

Y es que, ¿resuelve el problema de fondo limitar las remuneraciones a los directivos de bancos si han sido precisamente los bancos propiedad de los Estados quienes peor lo han hecho en algunos países (sin contar con las agencias semi-públicas Fannie Mae y Freddie Mac)? ¿Resuelve el problema de fondo limitar el riesgo en el que los agentes puedan incurrir mientras se rescata con dinero del contribuyente a quienes han tomado más riesgos, y se generan burbujas crediticias a través de la política monetaria? ¿Sirve crear comisiones de expertos y nuevas agencias para alertar sobre los peligros del sistema, sabiendo que ha habido importantes personalidades que han alertado sobre los mismos durante años y han sido completamente ignorados?

Los cambios y reformas no van a la raíz del problema, a atajar la causa real de que existan burbujas y crisis. El analista Mike Mish afirmaba que "el único regulador que necesitamos es una oferta monetaria sólida y la eliminación del sistema de préstamos de reserva fraccionaria", y se hacía tres preguntas: "¿Necesitamos que alguien regule a Fannie Mae o necesitamos eliminarla?, ¿Necesitamos que los reguladores vigilen a las agencias de calificación o necesitamos eliminar el patrocinio gubernamental sobre ellas? ¿Necesitamos que los reguladores vigilen los préstamos bancarios o necesitamos promover prácticas monetarias sanas que por definición son autorreguladoras?".

Al tiempo que surgen importantes advertencias sobre los peligros de la estrategia de salida de las políticas de estímulo de las administraciones públicas, los países del G-20 aseguran que aplicarán las medidas que estimen oportundas de manera coordinada. ¡Ah, qué alivio! Los Estados benevolentes más poderosos del mundo van a actuar de manera coordinada: ya nada hay por lo que preocuparse.

Y es que quizás el pesimismo sobre esta cumbre sea infundado. Al fin y al cabo, los países del G-20 parecen estar decididos a luchar contra el cambio climático,causa inequívoca de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera y económica.

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