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Aníbal Romero

Anatomía de un régimen canallesco

Una vez que el régimen chavista deje de un modo u otro el poder, la podredumbre que saldrá a flote superará con creces la de la satrapía fujimorista en el Perú. Ello se constatará principalmente en los casos criminales imputables al régimen, en el abuso de poder, en el uso indebido de los recursos públicos, y en las operaciones de engaño sistemático y mentiras reiteradas ejecutadas por un grupo gobernante que ha descendido a lo más hondo en el pantano de la mendacidad. En el Perú de Fujimori sólo hubo un Montesinos; en Venezuela tenemos varios, y a medida que el régimen se debilita sus actos de corrupción y violencia también se multiplican, en una carrera contra el tiempo.

Estas realidades no acaban, sin embargo, de ser asimiladas por un movimiento de resistencia ante el régimen que todavía aspira a que Chávez y sus secuaces actúen como demócratas "normales". "¡Elecciones ya!", piden algunos; "referéndum consultivo", solicitan otros; "salidas civilizadas" deseamos todos... pero perdemos de vista la naturaleza del mal que enfrentamos. Ni hablar de Washington, la OEA y otros actores del ámbito internacional; han pasado casi cuatro años y todavía se encuentran "perdidos en el espacio" con respecto a Chávez, su proyecto y la radical enfermedad política que representan.

Lo que no comprendemos aún con la debida claridad es que Hugo Chávez jamás participará en una elección que él tenga chance de perder. Cuando, por ejemplo, el Alto Mando del Ejército emite un comunicado hablando de la "constitucionalidad" y la "democracia" en la actual Venezuela, señalando que la conflictividad política de hoy pone de manifiesto "nuevos indicadores del excelente pulso que registra nuestra sociedad", no solamente cometen un error de lectura sobre el verdadero significado de lo que está ocurriendo, sino que se auto engañan e intentan engañar a otros. No estamos viendo acá una confrontación democrática "normal", ni siquiera una peculiar agudización de controversias dirimibles negociadamente. El mal que aqueja a Venezuela es radical y el desenlace de esta crisis no podrá ajustarse a los esquemas de una "constitución" que el gobierno sólo utiliza cuando le conviene y siempre está dispuesto a violar cuando le perjudica. El régimen chavista es, en esencia, canallesco; ésa es su naturaleza y de ella nunca se despojará.

Todo esto es lamentable, lo sé, pero es cierto. Y lo es no solamente por las razones señaladas, que –insisto– tienen que ver con la propia naturaleza del proyecto "revolucionario", del tipo de ser humano y de político que es Hugo Chávez, así como sus más cercanos secuaces. Se añade el hecho fundamental de que para el presidente Chávez y su "círculo de hierro" permanecer en el poder a toda costa es una cuestión vital, pues apenas lo dejen serán severamente juzgados dentro y fuera de Venezuela. No habrá forma de que eviten la reversión sobre ellos de los odios, los abusos, las arbitrariedades y mentiras de estos tiempos oprobiosos, que dejan una oscura mancha en la historia moderna venezolana.

De manera que es crucial no seguir engañándose y sobre todo es clave proseguir las tareas de denuncia a fondo, sólidamente fundamentada, de los crímenes y mentiras del régimen, enfrentándolo con civismo pero sin hacerse ilusiones sobre el desenlace final. El brutal y mendaz régimen de Hugo Chávez está afectado de una maldad radical que trasciende con mucho el plano de lo político y se ubica en el terreno esencial de la ética pública. Creo firmemente que la lucha noble y tenaz de millones de venezolanos dará sus frutos, que seremos los civiles los que rescataremos a la Fuerza Armada de la ignominia a que ha sido conducida, y que seremos también capaces de sancionar con severa justicia a los que tanto daño han hecho y siguen haciendo al presente y futuro de la patria.

© AIPE

Aníbal Romero es profesor de ciencia política en la Universidad Simón Bolívar.

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